El trasfondo del caso de Esplugues

Suicidio, trabajo y sociedad

Para la cultura china, quitarse la vida es un acto supremo de denuncia y a la vez una decisión reprobable

Suicidio, trabajo y sociedad_MEDIA_3

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AMELIA SÁIZ

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El colectivo chino en Catalunya cuenta, con datos de febrero del 2011, con 7.696 trabajadores dados de alta en la Seguridad Social como autónomos, cifra que duplica la de sus más inmediatos seguidores, los italianos, con 3.485. A esta cifra habría que añadir la mayor parte de los ciudadanos de origen chino residentes en Catalunya que se han nacionalizado españoles, los cuales habitualmente también son empresarios. La elevada tasa de empresariado chino se explica por la historia y características de este flujo migratorio, que procede en su mayoría de un área muy pequeña del sur de la provincia de Zhejiang especializada en la migración internacional desde la década de 1920, aunque su visibilidad aquí sea un fenómeno más reciente. La migración es familiar y la expectativa es que la familia controle los medios de producción necesarios para su propia subsistencia y prosperidad. Las iniciativas de las familias emigrantes chinas demuestran una gran flexibilidad y capacidad de adaptación a las economías donde se insertan. Siempre hay un pionero en una nueva actividad económica, y si tiene éxito su experiencia es replicada por otros hasta que se satura el mercado con su oferta, momento en que se abren otras líneas empresariales.

El éxito nunca está garantizado. La apertura, cierre y/o renovaciones de negocios chinos es una constante. Las empresas que abren son de diferente capitalización. Las grandes inversiones suponen un riesgo especial para la familia que las realiza, al poner en juego las contribuciones y esperanzas de muchas personas que tienen la expectativa de comenzar a recuperar lo invertido. El fracaso se suele asumir y no tiene especiales consecuencias cuando la inversión no es excesivamente elevada, pero a veces la presión, por diferentes circunstancias, puede acabar en tragedia, y la mayor tragedia siempre es la pérdida de la vida, como ha ocurrido en el reciente caso de Esplugues.

La relación de economía y suicidio no es nueva en el contexto chino ni en otros. En febrero del 2009, en Manresa 18 trabajadores chinos amenazaron con suicidarse lanzándose al vacío desde lo alto del edificio que estaban construyendo para una empresa que hacía tres meses que no les pagaba el salario. En un tiempo récord lograron la presencia de interlocutores y el compromiso de la promotora para abonar las nóminas atrasadas. Hace un año, en Shenzhen, en la provincia de Guangdong, hubo una ola de suicidios en la empresa taiwanesa Foxconn, que cuenta con más de 400.000 empleados y se dedica a ensamblar productos para empresas como Apple. El suceso tuvo como consecuencia un aumento de los salarios y ciertas mejoras laborales que después se extendieron a otras empresas de la zona.

El suicidio, en el contexto cultural chino, suele tener una connotación de resistencia y de denuncia, es decir, constituye el último recurso al que se puede acceder para sacar a la luz situaciones injustas y llamar la atención sobre ellas. Atentar contra la propia vida es uno de los actos más reprobables en la cultura china porque se entiende que nuestro cuerpo no nos pertenece, es un legado de los antepasados que se tiene la obligación de transmitir a futuras generaciones dando continuidad a la familia de la que se forma parte. Hay que cuidar el cuerpo, no destruirlo, y morir antes de tiempo se considera una gran desgracia. China está obsesionada con la salud y con la larga vida. El mejor regalo que se puede hacer son medicinas. Además, hay que procurar no enfermar.

Cuando alguien se suicida en China, lo primero que se preguntan todos es quién es el responsable. El suicidio representa una condena moral ante una situación que lo ha provocado, ante una causa concreta. El suicidio es una prueba de la injusticia y una denuncia ante la sociedad. El perfil del suicida en China contrasta con el del resto del mundo: suele ser mujer antes que hombre, joven antes que mayor, y rural antes que urbano. Las mujeres jóvenes rurales son el segmento de la población con una tasa más elevada de suicidio. Este patrón se interpreta como una denuncia ante malos tratos, ante matrimonios arreglados infelices. Es una protesta, un acto de resistencia que llama la atención a la sociedad que permite llegar a esos extremos. La presión, los malos tratos, la violencia a la que han sido sometidos en determinados momentos los trabajadores chinos en el extranjero han llevado a suicidios como los que tuvieron lugar en las explotaciones de guano en Perú o los ingenios de azúcar en Cuba en el siglo XIX.

Este comportamiento de protesta y denuncia llevado al extremo no es exclusivamente chino. Recordemos el inicio de larevolución de los jazminesde Túnez, cuando el vendedor ambulanteMohamed Bouazizise quemó a lo bonzo el 17 de noviembre del 2010 para protestar por la acción de la policía, que, al confiscarle su puesto callejero de venta de frutas, le dejó sin trabajo. O los 35 suicidios de trabajadores de France Télécom durante el 2008 y el 2009 que obligaron a la empresa a aceptar negociaciones con los sindicatos para bajar el grado de estrés de sus empleados.

El artículo lo firma también Joaquín

Beltrán. Ambos son profesores de la UAB.