El debate de la lista única

La suicida estrategia de la subasta

Mas y Junqueras adoptan planteamientos tan radicales que pueden acabar con ellos y con sus partidos

La suicida estrategia de la subasta_MEDIA_2

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ASTRID BARRIO

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En su última entrevista en TV-3, Artur Mas develó su nueva táctica para conseguir la unidad en el campo soberanista que dé el ansiado carácter plebiscitario a las supuestas elecciones del 27-S, consistente en lanzar un órdago a las asociaciones independentistas para que sean ellas las que lideren una lista unitaria de la sociedad civil. Y para demostrar que su apuesta por la unidad va en serio ofreció su autoinmolación a modo de sacrificio ritual.

Con esta planteamiento, el 'president' ha puesto contra las cuerdas a las asociaciones soberanistas y al resto de líderes del proceso, en particular a Oriol Junqueras. A las primeras porque les ha trasladado la responsabilidad acerca de la continuidad del proceso. Y a los líderes políticos porque demostrando tal capacidad de sacrificio despeja cualquier duda sobre sus ambiciones personales o las de su partido. La respuesta de la ANC se sabrá este fin de semana tras una consulta interna cuya enrevesada pregunta, a diferencia de lo que le pasó a UDC, nadie ha osado criticar. La respuesta de Junqueras no se ha hecho esperar, y para no parecer menos que Mas se ha visto obligado a subir la apuesta y a plantear abiertamente una lista sin políticos, lo que desde una perspectiva partidista puede parecer un despropósito.

Sin embargo, esta propuesta, al igual que la de Mas, es coherente con la estrategia adoptada por buena parte de las élites políticas catalanas desde finales de los años 90, una estrategia, por otro lado, muy habitual en las sociedades en las que la competencia política tiene un importante componente étnico. Se trata de la llamada estrategia de la subasta, 'outdidding', en su acepción original. Este planteamiento basado en la obra clásica de Rabushka y Shepsle 'Politics in plural societies: A Theory of Democratic Instability' (1972) predice que los partidos étnicos, lo que en nuestro entorno definimos como nacionalistas, adoptan estrategias cada vez más radicales para maximizar el apoyo de los electores que pertenecen a su grupo étnico. La lógica del modelo es la siguiente: cada partido supera la oferta existente con exigencias más extremas y dado que el oponente no puede permitirse el lujo de perder votos, ajusta su rumbo político y también radicaliza su posición, por lo que la oferta de los partidos acaba convirtiéndose en una verdadera subasta.

Competir en el espacio nacionalista

Esto es ni más ni menos lo que ha pasado en Catalunya desde que, a finales de los años 90, Pasqual Maragall, deseoso por competir en el espacio nacionalista, lanzó su propuesta de reforma del Estatut. Una propuesta que acabó desembocando en el nuevo Estatut del 2006 en cuyo proceso de elaboración quedó bien patente que los partidos nacionalistas pujaban para ver quién hacía la apuesta más elevada. Desde entonces, pero sobretodo desde la sentencia del Constitucional en el 2010 declarando inconstitucionales algunas partes del Estatut, la lucha por la hegemonía en el espacio nacionalista, cada vez más fragmentado -cosa que también predice el modelo de la subasta-, ha sido una puja constante. Y de la reivindicación de la celebración de una consulta de autodeterminación en el 2010 se ha pasado a apostar claramente por la secesión unilateral en el 2015.

Pero se da la paradoja de que esta estrategia concebida con la idea de reforzar el espacio electoral de los distintos partidos nacionalistas puede acabar con ellos. Tanto han pujado los líderes políticos catalanes que ya no pueden dar marcha atrás sin quedar absolutamente desacreditados ante una parte de la opinión pública muy comprometida con el proyecto soberanista. Ello les ha llevado irremediablemente al suicidio, pero no solo a ellos sino también a sus partidos.

Sacrificio inútil de líderes y partidos

El problema es que el hecho de que Mas y Junqueras renuncien a integrarse en la lista unitaria y que también renuncien a incorporar a sus propios partidos ni siquiera va a servir para conseguir el objetivo político por lo que el sacrificio de líderes y partidos nacionalistas puede ser inútil. Ello se explica porque la sociedad catalana no solo articula su competencia política en torno a la cuestión identitaria, como muy bien pone de manifiesto el proyecto de confluencia de las izquierdas y la rápida reacción al mismo en forma de artículo conjunto firmado por Junqueras y David Fernández.

Si finalmente se configura una lista única y apartidista y una lista de izquierdas clásicas y modernas nos encontraremos con un Parlament inédito en el que los partidos, en el sentido original del término, serán minoría. De ser así, la fragmentación parlamentaria y las dificultades para configurar mayorías serán el menor de los problemas. El real será conjugar la inexperiencia política de buena parte de los diputados, sus distintas culturas organizativas para hacer que la institución funcione.