La suerte de la anorgásmica

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LUCÍA ETXEBARRIA

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La poeta Wislawa Szymborska escribió un poema en el que habla de cuánto le debe a aquellos hombres a los que no amaba. Lo tranquila que se sentía cuando sabía que otras mujeres sí les amaban. O cuando ellos se iban de viaje y no enviaban cartas ni postales. Se titula 'Agradecimiento'. Y es algo así como una oda de amor dedicado precisamente a los hombres con los que había tenido una relación pero de los que NO se había enamorado.

Se me ocurrió que podría hacer un artículo similar inspirado en el refrán 'la suerte de la fea, la bonita la desea', se titularía 'la suerte de la frígida, la multiorgásmica la desea. Porque estaba yo leyendo un libro sobre relaciones tóxicas en el que el psiquiatra que lo escribía explicaba que uno de los mecanismos que los depredadores tóxicos utilizan para captar a sus parejas es precisamente el sexo.

Aquellas personas que desean captar a otras con fines tóxicos (porque desean apropiarse de su dinero, o de sus relaciones, o sencillamente de su energía) las conquistan desde múltiples estrategias. Pero hay una simple, sencilla y efectiva: darles mucho sexo, y bueno.

De forma que si usted se ha encontrado con un/a amante generosísimo/a que está dispuesto/a a satisfacer todos y cada uno de sus caprichos y fantasías sexuales y que antepone el placer sexual de usted al suyo propio no piense así, por las buenas, que está ante la persona más entregada de la Tierra. Quizá, simplemente, quiere pillarle a usted.

La oxitocina se libera desde nuestro propio organismo durante el orgasmo, y actúa como una droga, cambiando las conexiones de los circuitos neuronales, y liberando transmisores como la dopamina, la noradrenalina o la serotonina. Estos neurotransmisores permiten inundar el cerebro de feniletilamina, una anfetamina natural tremendamente adictiva. El chocolate es rico en este compuesto, por eso es habitual que cuando nos abandonan nos pongamos ciegos de helado o de conguitos.

No voy a escribir un tratado sobre psicobiología, pero resumiendo: cada vez que usted tiene un orgasmo, se libera un compuesto químico tan potente como para que se haga adicto a él. Si siempre se libera con la misma persona, usted, por simple efecto de condicionamiento estímulo-respuesta, cual perro de Pávlov, asocia a esa persona que le proporciona la droga con unas sensaciones maravillosas. Y ya puede esa persona mentirle, tratarle como a un trapo, llegar tarde por sistema, o hacerle a usted las mil y una perrerías, que usted seguirá adicto a esa persona. A eso le llamamos amor.

Pero no es amor. Amor es lo que siento yo por mi madre, por mi hija, por mis perras o por mi amiga Marta. Lo que estoy describiendo se llama enamoramiento, y es un proceso químico.

Si es usted anorgásmica o anorgásmico… (Sí, también existe la anorgasmia masculina, y no es exactamente impotencia; el anorgásmico presenta erecciones, lo que no disfruta son orgasmos). Pues, como decía, que he perdido el hilo, si usted es anorgásmica/o, seguro que se pierde sensaciones maravillosas. Pero de paso se pierde otras horribles. Ese horrible sentimiento de angustia que se siente cuando un amante nos abandona, por ejemplo.

Cuando nos separamos de un amante, los niveles de oxitocina descienden, y eso provoca que los de cortisol aumenten. El cortisol es la hormona del estrés. Y de ahí las sensaciones que experimentamos –miedo, pánico, ansiedad– cuando no hace ni tres días que no recibimos ni siquiera un mísero wasap de nuestro/a amante.

Tanto en la droga como en el amor, el placer es intensísimo, pero si el estímulo desaparece –sea externo (droga) o interno (oxitocina)– el dolor también lo es. Entonces aparecen el mono y la obsesión.

El poema de Wislawa Szymborska, ¿es irónico? ¿De verdad cree ella que debe más a los amantes con los que hubo sexo esporádico que a aquellos de los que se sintió profundamente enamorada? ¿Yo estoy siendo irónica? ¿De verdad envidio a las mujeres anorgásmicas? Pues les corresponde a ustedes dilucidarlo, claro. La ironía, como toda figura retórica, está sujeta a la interpretación del receptor.

Lo que sí les puedo decir es que hay momentos en los que verdaderamente desearía ser asexual, o anorgásmica o iniciada en el budismo tibetano… O algo. No por casualidad esos momentos suelen coincidir con temporadas en las que me atiborro de chocolate.

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