Sueño de una noche de invierno
Rafael Vilasanjuan
Periodista
RAFAEL VILASANJUAN
El último lugar del mundo donde se puede imaginar un golpe de estado es en EEUU ¿Podría pasar? En el sentido clásico, es decir, en forma de rebelión militar que desaloja al presidente y toma el poder, seguro que no. El Ejército estadounidense es con diferencia el más poderoso del mundo y aunque pueda cambiar gobiernos en Afganistán o Irak, en EEUU son fieles servidores y nadie duda de su lealtad a las órdenes del presidente, que además es el comandante en jefe.
Ese no es el riesgo. Ni siquiera podemos hablar de golpe de estado, pero si de un vuelco en el gobierno. El sistema americano permite, cuando los colegios electorales anuncien este lunes su voto en cada estado, que los representantes cambien el sentido expresado en las urnas si no creen que el ganador esté preparado para ejercer el cargo. Aunque es prácticamente imposible que suceda, es una fórmula ideada por los padres de la Constitución para garantizar una última barrera antes de entregar las llaves de la Casa Blanca al futuro inquilino.
Hasta ahora era pura formalidad, los representantes de los colegios electorales votan al ganador de su estado. Son anécdota los que a lo largo de la historia no lo han hecho. Sin embargo no están obligados por ley a hacerlo y eso es lo que está ocurriendo con la elección de Donald Trump. Sus exabruptos, su incompetencia en las redes sociales para torpedear la diplomacia, la selección de comisionistas, ultraconservadores o negacioncitas para ocupar los cargos de mayor responsabilidad no dejan indiferente a una parte de la sociedad que se ha movilizado para frenarle.
CÍNICO Y REVANCHISTA
El temor a un presidente cínico, tal vez también revanchista, asusta y se multiplica sobre todo por la sensación de que no está preparado para el cargo. En la víspera de que los representantes de los colegios electorales anuncien su voto la idea de que algunos podrían cambiar el sentido expresado en las urnas, ha sobrevolado como el sueño de una noche de verano, antes de que empiece el invierno de Trump.
Tal vez muchos querrían un cambio así, pero no es probable y acaso tampoco deseable. Estas han sido unas elecciones atípicas. Hillary Clinton ha conseguido la victoria en voto popular con casi tres millones más que su rival, pero las reglas del juego democrático en EEUU no entregan la presidencia al que haya obtenido más votos sino al que haya ganado mas estados.
Por si fuera poco, las sospechas de manipulación desde Rusia, metiéndose en las entrañas del sistema informático del partido demócrata y difundiendo posverdades, -mentiras consolidadas hasta hacerlas creer- para cambiar el sentido del voto, han dividido a la sociedad como nunca antes. ¿Que hubiera pasado si todo fuera al contrario? El temor a un presidente que ponga en peligro el país está en la calle, pero cambiar el voto electoral aunque sería un sueño, agravaría la división. Si Trump pone a riesgo la supervivencia será el propio sistema el que acabe por sacarle, mientras tanto habrá que transitar ese invierno.
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