ANÁLISIS
IB Stage, Barcelona en el centro mundial de la danza
El mundo del ballet requiere que la capital catalana consiga compañías estables con personalidad y vocación internacional que exporten la marca BCN a escala internacional
Eduardo López Alonso
Periodista.
Trabajo en El Periódico de Catalunya desde 1992, la mayor parte de ese tiempo en la sección de Economía. Ahora, en la sección Panorama que agrupa a Economía, Política e Internacional. Antes estuve en el diario ABC (Economía), Televisión Española (Economía), Grupo Recoletos (gratuitos locales) y en el ámbito de las televisiones locales (realizador). Licenciado en periodismo, diplomado en publicidad, máster de Información de Económica por la UAB y el Col·legi de Periodistas de Catalunya, cursé el doctorado de Económicas en la Universitat de Barcelona, pendiente de tesis doctoral ('Gestión de medios de comunicación en tiempos de crisis'). Autor del libro 'Las prejubilaciones del menosprecio'.
EDUARDO LÓPEZ ALONSO
Barcelona está en el centro de la danza mundial. Al menos temporalmente. El IBStage que se ha desarrollado estos días por iniciativa privada en las instalaciones del Institut del Teatre (el conservatorio superior de danza de Catalunya) ha situado a la capital catalana en el epicentro temporal del ballet. El colofón a tres semanas de trabajo de los 130 bailarines concentrados tendrá lugar este viernes y sábado en el Liceu, cuando compartirán escenario con figuras mundiales. Algo así como participar en un partido de fútbol amistoso con Messi y Cristiano Ronaldo en el Camp Nou.
Las instalaciones del Institut del Teatre cedidas se han adaptado a la perfección a las necesidades de la iniciativa de Elias García y Leo Sorribes, impulsores de IB Stage, un curso de perfeccionamiento para estudiantes de danza con vocación profesional. Y es que es durante el verano cuando los aspirantes a bailarines profesionales tienden a evolucionar más, tras bailar nueve horas diarias, a perfeccionar una técnica que requiere muchos años de dedicación para alcanzar la excelencia. Son jóvenes de entre 15 y 18 años que pugnan por interiorizar un arte que requiere absoluta dedicación y que choca con dificultades a la hora de compaginar los sueños con la imprescindible formación académica.
Mientras algunos niños reclaman ayudas para formarse en el extranjero, otros siguen persiguiendo sus sueños en centros de educación integrada en Barcelona, como la escuela Oriol Martorell, en primaria, o el Institut del Teatre (donde cursan la ESO). Y los talentos y las vocaciones existen, pero escasean las salidas profesionales en casa y quizá también la necesaria ambición instucional y académica para hacer los sueños realidad.
Las escuelas de verano y los 'stage' temporales son un elemento imprescindible para que esa formación artística avance de manera más rápida. Nueva York, San Francisco, Moscú, Londres, París, Dresden, Cannes y otras ciudades ofrecen cursos de prestigiosas escuelas de danza. Barcelona ha disfrutado en los últimos años del IBStage, alzando la marca Barcelona a la primera división de esas escuelas preprofesionales de perfeccionamiento en verano. Pero las escuelas de prestigio ofrecen salidas profesionales a sus bailarines. Y tienen estilos propios. Barcelona debería arriesgar y ofrecer al mundo un estilo propio también en la danza. Cesc Gelabert ya sabe lo buenos que son los chicos de IT Dansa, pero el ballet también existe más allá de lo contemporáneo. Quizá sea necesario un nuevo espectáculo de tutús sin tantos arquetipos físicos para los bailarines, con mestizajes de estilos novedosos, nuevas vueltas de tuerca al estilo neoclásico puntero, un ballet moderno fruto de apuestas estilísticas rompedoras, revolución del repertorio... Un 'made in BCN' reconocible.
Para esa revolución será necesario conectar el mundo académico, con los profesionales en activo (IB Stage es un ejemplo), pero también con el nacimiento de nuevas compañías profesionales de ballet. Y que estas sean capaces de enlazar con el capital público y el mecenazgo imprescindible.
Ni Corella ni Campos consiguieron el apoyo institucional suficiente, pero Barcelona necesita una compañía estable de ballet con vocación internacional y la colaboración de artistas reconocidos. Debe ser una apuesta artística que eluda la precariedad, esa concepción del espectáculo del ballet que llega a ser casi circense, en la que los bailarines pasan a toda prisa del escenario a la antesala tras bailar para vender camisetas.
Es necesario un ballet revitalizado y que piense más en los bailarines y el público que en los coreógrafos, más en los artistas que en los espectáculos, más en la exaltación del lenguaje personal de la danza y en la suma de estrellas que en anónimas muestras de baile colectivo. Presión para los docentes y para los aspirantes al mundo profesional.
La Barcelona de Colau tiene entre sus manos una nueva muestra de las posibilidades para elevar a la ciudad a la primera división de la danza mundial y explorar nuevas fronteras. En el Liceu hay espectáculo esta semana. Una muestra. En el futuro, oportunidades y sueños compartidos.
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