LEYENDA DEL ROCK

'Springsteen on Broadway'

Con solo cinco funciones por semana, los conciertos íntimos del 'Boss' se han puesto ya a la altura de los grandes musicales

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JOSEP MARIA POU

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Cuenta Bruce Springsteen que la epifanía tuvo lugar en el ala este de la Casa Blanca. Allí, en los últimos días de Barack Obama en el cargo, dio un concierto para el presidente y para su familia, al que asistieron algunos invitados, hasta un total de 250. Y allí, detalla Springsteen, tuvo lugar el descubrimiento, el latido a cien por hora y el temblor en la garganta, algo así el «pellizco» del que hablan los patriarcas del flamenco.

Allí, el rockero recuperó el recuerdo de sus primeras actuaciones en el popular Bottom Line del Greenwich Village, en la segunda mitad de los años 70, cuando entre canción y canción charlaba, de tú a tú, con los espectadores, y compartía, si se terciaba, vivencia, copa y cigarrillo. Y allí surgió la idea –la necesidad, confiesa Bruce– de volver al 'one-man show', aparcando (o desterrando definitivamente, quién sabe) los 65.000 espectadores y el millón de watios por concierto en un gran estadio. 

La estrella ha vuelto al 'one-man show' de
sus primeras actuaciones en el Greenwich Village

Ni tanto, ni tan poco. Si en el término medio está la virtud, Bruce Springsteen ha acertado escogiendo el teatro Walter Kerr de Broadway, con una capacidad de 960 espectadores, para una serie de conciertos íntimos –un piano, una armónica y algunas de sus guitarras favoritas– que empezaron el 3 de octubre y que llegarán hasta el 3 de febrero del 2018.

Dos millones de dólares

Con solo cinco funciones por semana, 'Springsteen on Broadway' se ha puesto ya a la altura de los grandes musicales de la cartelera ('Hamilton', 'Hello, Dolly' y El Rey León), rebasando la cifra de dos millones de dólares de recaudación semanal.

La noche del debut, con los primeros compases de 'Dancing in the dark', el público, entregado, empezó a dar palmas al ritmo de la canción. Springsteen, amable, interrumpió su actuación, sonrió irónicamente y dijo: «Puedo hacerlo yo solo. Gracias». Se produjo, entonces, un respetuoso silencio.

Todos entendieron, con sola esa frase y esa sola sonrisa, lo que pretendía el rockero más célebre de toda su generación. Y el concierto se hizo sublime. Y el Boss sigue siendo el Boss. Y el rock sigue tomando Broadway.