Diálogos heterodoxos

'Spam' informativo

La publicación de dos fotos que recogían textos de SMS del ‘conseller’ Saura y del diputado del PP Daniel Sirera ha levantado una polémica que ha llevado al presidente del Parlament y a los órganos de gobierno de la Cámara a hacer pública una declaración. Jordi Mercader y Montserrat Nebrera, diputada autonómica del PP, se pronuncian sobre los hechos y sobre la polémica.

El ParIament debió ahorrarse la moralina y auspiciar una sentencia

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JORDI Mercader

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El corporativismo es una fábrica de privilegios. Los políticos y los periodistas somos corporativistas y, como tales, sabemos mucho más de derechos que de obligaciones. Así, no ha de extrañar que, cuando estos corporativismos chocan, salten chispas de nombres atronadores como burgueses acorralados: libertad de expresión, derecho a la intimidad. La esgrima jurídica se intuía impresionante. La solución alcanzada ha sido frustrante. Una más en un país atribulado por descubrir el destino del dinero perdido del Palau o por cazar leonas falsas.

El periodismo verdadero es el que resiste el paso del tiempo. Esta frase afinada se lee en las primeras líneas del libro deJohn Pilger Basta de mentiras, recopilación de brillantes ejercicios de libertad de expresión, con peligro para la vida de los autores. El Parlament es una caja chica en la que la confusión de políticos y periodistas va más allá de la metáfora para convertirse en un hecho corporal. No hay riesgo para el ejercicio de la profesión, claro, pero las circunstancias son propicias a los encontronazos corporativos.

¿Son publicables las notas manuscritas que se entrecruzan dosconsellers y que uno de ellos olvida en la butaca? ¿Constituyen material informativo las fotos de las pantallas de los teléfonos móviles? De no negar el derecho a la intimidad a las señoras y señores diputados, incluso en el ejercicio de la política, parece evidente que en los supuestos planteados y muchos otros que podemos imaginar se trata de materiales privados disponibles en espacios públicos. Todos tenemos razón, pues.

El conflicto no ha sido grave porque el motivo de disputa han sido dos banalidades. Escandalizarse por el estilo de lo leído en los SMS desvelados suena a fariseísmo; a menos que uno, en su candidez, pueda creer que los políticos hablan en privado como lo hacen en la tribuna o ante los periodistas. Me atrevo a afirmar que no hay ningún miembro de la Cámara que no haya utilizado la misma o peor expresión que el descabalgadoDaniel Sirera para referirse a su partido, coalición o federación en momentos de frustración. Lo mismo podemos decir del tópico delconsellerSaura.Peor es el papel de quienes, rechazando la práctica de este spaminformativo gráfico, luego le dan trascendencia política para buscar ventaja.

El fotógrafo tiene la obligación de disparar a todo lo que se mueva y el diputado expuesto en su noble y aterciopelado escaño la de ser prudente con lo que hace. Habrá quien tenga la responsabilidad de decidir el interés informativo del material disponible. Y habrá quien ostente la obligación de positivar este choque de derechos.

El Parlament podía haberse ahorrado el discurso moral y aprovechar la ocasión para auspiciar, de común acuerdo con el Col·legi de Periodistes, que una denuncia abriera el camino hasta una sentencia clarificadora. Esto sería lo práctico y lo propio en un país serio. Lo otro es confundir perros con leonas.