Dos miradas

No soy una cosa

El caso de pederastia en los Maristas es otro ejemplo del poder del periodismo para construir sociedades más libres y justas

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EMMA RIVEROLA

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El de Candela es uno de los muchos testimonios que Guillem Sànchez recoge en 'Crónica del caso Maristas' (Ediciones B), un relato sobre el escándalo de pederastia en varios colegios de la orden religiosa que destapó EL PERIÓDICO, el más grave documentado en este país sobre abusos sexuales de menores. El libro reconcilia la agitación de unos días trepidantes con buenas dosis de reflexión y una sinceridad que raya la desnudez. Los recuerdos son tan dolorosos que aún sangran. Entre ellos, los de Candela, una mujer que empezó a sufrir los tocamientos de un profesor a los 7 años. «¿Qué recado le mandarías a ese profesor si pudieras decirle algo?» «Que yo importo. Que yo no soy una cosa». Si había odio, rencor o rabia en el pensamiento de Candela, se lo calló. Porque, por encima de todo, necesitaba el reconocimiento como persona. No, ella no era una cosa y, menos, el objeto de masturbación de un pederasta.

El 'caso Maristas', igual que en su día el 'caso Óscar Sánchez' (el lavacoches encarcelado injustamente en Nápoles y al que EL PERIÓDICO apoyó hasta conseguir su liberación), son ejemplos del poder del periodismo para construir sociedades más libres y más justas. Frente a las crisis que azotan a la profesión (económica, tecnológica, de reputación), tan solo hay un modo de responder: comprometerse con la verdad y con las personas. Porque los abusadores son muchos y muy distintos… y los ciudadanos no somos objetos en sus manos.