tú y yo somos tres

Soy tiburón: me lo como todo

FERRAN MONEGAL

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De nuevo, los diseñadores y constructores deQuién quiere casarse con mi hijo(Cuatro) merecen un premio. Han realizado uncastingde criaturas -papás y mamás incluidos- para chuparse los dedos. Y la labor de los guionistas ha sido magnífica: han confeccionado unos diálogos que superan de largo los deEddie MurphyenEl príncipe de Zamunda. Sin este abnegado e ingenioso trabajo de los cocineros, esta charlotada de programa no tendría el más mínimo atractivo. Además de la pintoresca selección de muchachos en busca de pareja, aquí lo portentoso es cómo han elegido, dibujado y guionizado a sus progenitores. Supuestos progenitores, cabría añadir, porque uno ya no sabe nunca dónde acaba la realidad y dónde comienza la comedia. Cabe resaltar, en esta presentación de criaturas, dos parejas. La primera, la más espectacular, pija y hortera, es la que conforman los supuestamentemillonetisAlexisy su papáVíctor Armando. Es el padre el que tiene mayor gancho y mejor guion. Se presentó rodeado de vehículos de superlujo, en plan jeque de La Albufera de Valencia, y exclamó:«Este es mi hijo y mi heredero. Es un partidazo. Juntos vamos a encontrar una mujer que me lo cuide. Y ojo a las cazafortunas, porque yo las huelo antes de que lleguen»y definiéndose a sí mismo, añadió:«Soy frío y calculador. Me llaman el tiburón porque soy insaciable. Me lo como todo. En el amor también me llaman el tiburón, porque también me lo como todo». ¡Ahh! Qué elemento. Parece sacado de la serieCrematorio. Como contraste a esta pareja de tan acaudalada ordinariez, el programa ha seleccionado aFrany a su mamáMari Carmen, que son el contrapunto agropecuario. Conforman un dúo muy rupestre. Sobre todo ella, jornalera vendimiadora, que está preocupada por lo delgado que está su hijito y aspira a una nuera«limpia, religiosa, bien entradita en carnes y que le vaya metiendo comida a mi Fran». Y cuandoFranle cuenta que lo que quiere es una chica«con buena dentadura, ardiente, de sexo diario y sin límites en la cama»,la mamá se estremece, y le contesta:«Un hombre que esté chin, chin, chin, todas las noches... ¡le va a dar una anemia!», y corre la buena mujer hacia la iglesia, a santiguarse frente al santo de su devoción.

¡Ahh! Este programa ha perfeccionado todavía más su fórmula. Es disparatado pero inofensivo. Se ha logrado un divertido cómic difuminando la realidad y la ficción.