Soy de letras

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RISTO MEJIDE

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Soy de letras. Y me niego a contraponerlas a los números, porque incluso los números son mucho más números cuando se expresan con letras, pues no se pueden sumar, ni restar, ni operar con ellos. Son entonces números irreductibles, números con nombre y apellido, números de pleno derecho, números con identidad. Son tres, cinco, diecinueve. Son treinta y dos, cuarenta y uno y sesenta y seis, que si fuesen personas físicas estarían intentando fardar de rancio abolengo por aquello de ponerse una Y.

Sí, soy de letras. Veintisiete elementos básicos que conforman el universo conocido de todo lo que podemos llegar a percibir. El que dijo eso de que una imagen vale más que mil palabras, a parte de quedarse a gusto, está claro que no había abierto un libro en su puñetera vida. Los que amamos la lectura sabemos que lo más frecuente es justamente lo contrario. Que una misma palabra sobre el texto correcto, colocada en la trama oportuna y emergiendo entre frases adecuadas, se acaba descomponiendo como el haz de luz sobre el prisma, dando así lugar a toda una gama de colores en los que cada tonalidad pinta de forma diferente cada mente, cada cerebro, cada interpretación. He hablado de un mismo libro con gente a la que admiro y respeto, y sólo coincidimos en el título y el nombre del autor. El resto, era otro contenido. Otra lectura. Otra realidad. Cada uno lo completó a su manera, porque cada uno puso algo distinto de sí.

Supongo que igual que la percepción selectiva hace que te fijes más en aquellas cosas que más te afectan, cualquier lectura también viene condicionada por tu contexto, tu entorno más inmediato, el momento de tu vida y por supuesto, tu predisposición a mirar para empezar a ver. Porque en un libro, no sólo pones la imagen, también la cámara, el encuadre, la iluminación, el 'casting', la localización y hasta -muchas veces- el estado de ánimo de los personajes. Jamás me creo a nadie que diga que tiene mucha imaginación o que es muy creativo y sin embargo no le guste leer. Una de las dos premisas suele ser falsa. Bueno, suele ser no, una de las dos premisas, seguro, es falsa.

El gran Juanjo Millás, el día que presentó en Madrid mi libro 'Urbrands', me sorprendió con una relectura que ni yo mismo me había planteado jamás. Supongo que eso es lo que hace a un escritor ser tan grande como Millás. Que incluso cuando lee, escribe. Es tan grande, que a veces incluso se dedica a leer las palabras que hay detrás de una imagen. Vale, él está a otro nivel, por eso Millás es Millás. Pero te juro que desde ese día, a mis lectores os considero coautores de todo aquello que no vi porque estaba escribiendo. Igual que al conductor no se le puede pedir que se fije en el paisaje que está dejando atrás, por el simple hecho de que debe ir al volante y fijarse en la carretera. Porque de lo contrario sería muy irresponsable por mi parte, una temeridad.

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Pero es que el ser de letras tampoco acaba ahí. Cualquier texto demuestra que está vivo incluso sin necesidad de cambiar de lector. Basta con que pase el tiempo suficiente. He leído el mismo libro con dos edades diferentes, y había dejado de ser el mismo libro. En algún momento durante esos años, mi vida reescribió líneas que en la primera lectura ni siquiera había visto. En ese sentido, un buen libro es una ventana sobre la que, por esos caprichos con los que juega la luz, de pronto se refleja tu propia imagen. Claro que puedes ver más allá y descubrir lo que los muros de tu ignorancia impedían ver hasta entonces, pero también puedes reenfocar la mirada para verte a ti mismo y descubrirte un poquito mejor. Te ves a ti mismo sobre un fondo nuevo, con lo cual el descubrimiento siempre acaba siendo temporal.

Soy de letras porque he comprobado que una palabra tuya basta para sanarme. O para empezar una guerra. O para romper una civilización por la mitad. O un matrimonio. O cualquier verdad. Soy de letras porque creo en la palabra perdón. Y en la que no se dice pero se escucha, también.

De ahí que coleccione definiciones. De ahí que me compre siempre más libros de los que jamás seré capaz de asimilar. Y de ahí que cada año aproveche cualquier excusa para plantarme ante mis lectores, ante cada uno de vosotros y os pueda ya no escribir, sino por fin leer. La cara, la vida, vuestra verdad. Soy feliz cuando leo lo que habéis escrito a golpe de vida tomando como pretexto cualquiera de mis textos. Soy feliz cuando compruebo que hemos pasado tanto tiempo juntos, tiempo del que jamás fui consciente hasta que os conocí. Ah, por cierto, hoy caseta 144 de 12 a 14h, y caseta 188 de 19 a 21h, Feria del Libro de Madrid.

Soy de letras. Y por eso escribo, por eso leo y por eso releo cualquier cosa menos lo que ya escribí. Escribo para saber lo que siento, leo para seguir creyéndome que aprendo y releo siempre para despedirme convenientemente de quien alguna vez fui. 

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