El 'sorpasso' social

Una consecuencia del 24-M es constatar la caída del soberanismo en la conversación política

JOAN CAÑETE BAYLE

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Una de las (muchas) consecuencias de las elecciones municipales y autonómicas del 24-M es que en Catalunya han ratificado el sorpasso del eje social sobre el eje soberanista en la conversación política. Hay muchas formas de interpretar los números, y siempre hay alguna forma de torturarlos hasta que canten la melodía que cada uno quiere, pero el éxito de las candidaturas de confluencia o populares se basa más en el argumento social que en el nacional, por mucho que los resultados del 24-M no se pueden explicar sin la CUP, por mucho que, por decir algo, Barcelona en Comú y Ada Colau distan del sambenito lerrouxista que algunos les cuelgan. Y han sido los argumentos sociales y de regeneración política, más que el proceso soberanista, los que han predominado en la campaña.

La debacle en la conversación política de lo que se convino en llamar el suflé soberanista empezó el pasado 9 de noviembre y desde entonces es imparable. Los analistas políticos hablan de cansancio, de las consecuencias de la fase tacticista en la que CiU y ERC se adentraron tras la consulta, que si la lista única, que si las (apalabradas) elecciones plebiscitarias del 27-S, que si al final se votará o no, que si vete a saber. 

En la carta que envió a Entre Todos Javier Bertolín (estudiante de Barcelona) se declara independentista y votante de Barcelona en Comú, y afirma: «Así como el sorpasso de ERC a CiU en las últimas europeas se atribuyó a su mayor claridad a favor de la independencia, tengo la impresión de que esa misma (quizá excesiva) claridad y la permanente insistencia en ella puede ser la causa de su techo en las municipales, especialmente en Barcelona y su área metropolitana donde, debido a su configuración demográfica, creo que no me equivoco si digo que el aumento del apoyo a la independencia en los últimos años no tiene necesariamente raíces nacionalistas».

Ese es otro motivo de la caída del suflé. En los cuatro años que van de las manifestaciones del 15-M del 2011 hasta las elecciones del 24-M, el anhelo regeneracionista en Catalunya encontró amparo de forma casi natural en el proceso soberanista, ese independentismo de raíces no nacionalistas al que se refiere Bertolín y al que, por ejemplo, Oriol Junqueras se ha esforzado por seducir con un discurso que no se basa en de los esencialismos e incide en la vertiente pragmática de la independencia. Pero esa parte de la conversación política ya tiene quien la represente, y en Barcelona ha sido lo bastante potente como para darle la victoria a Colau, sin olvidar que la mezcla de los dos discursos, la CUP, ha entrado sin problemas en el consistorio de la capital.

La caída del soberanismo como principal argumento político la percibimos en Entre Todos en términos puramente cuantitativos (hace tiempo que no es el tema político del que más escriben los ciudadanos) y la notamos en este trasvase de regeneracionistas. También en los argumentos. El llamado discurso de la ilusión que hasta el 9-N fue propiedad de los independentistas (como contraposición al discurso negacionista de los contrarios a la independencia) se ha convertido en un argumentario a la defensiva apremiante: los partidos están desperdiciando una oportunidad única, basta ya de divisiones internas, el momentum se apaga y no se avanza. En palabras de Joaquim Simón, jubilado de Bellaterra: «Si las partes más comprometidas no son capaces de ser generosas y olvidar los intereses de partido, arruinarán toda posibilidad de lograr la independencia y si es así, muchos lo lamentaremos, y no duden de que en posteriores votaciones los ciudadanos los castigaremos».

Para eso están las urnas. En términos soberanistas, para eso está, en principio, el 27-S. Porque la caída del suflé no implica el fin del proceso: a Ítaca se puede llegar por la derecha, por el centro, pero también por la izquierda