¿Son terroristas o están locos?

Clava un cuchillo al policía que custodiaba el Parlamento británico después de haber embestido con un todoterreno a la gente que caminaba por el puente de Westminster, aquel por donde todos los turistas paseamos mirando el Támesis. Y en el primer momento de perplejidad y de silencio querríamos pensar que el atacante es un loco y no un terrorista, como si desde la enfermedad mental moralmente no nos repugnara tanto el crimen que ha cometido.

Horas después, el Estado Islámico reivindicará el atentado y presentará al homicida-suicida, como lo denomina el psicólogo Andrés Cuartero, como un «soldado de Estado Islámico que responde a la llamada para castigar los países de la coalición». Theresa May señala que no es una casualidad que ocurra en la cuna de la democracia, en el Parlamento, máxima expresión de una sociedad que se organiza a partir del diálogo.

Pero recordaremos el puente y la gente que caminaba por él y que se precipitó al río, y nuevamente nos sentiremos desvalidos. Las víctimas son personas normales como nosotros, y las 'armas' de estos soldados también son cotidianas: un coche ahora en Londres o un camión en Niza o en Berlín. 

EXCLUIDOS EN POS DE IDENTIDAD

La policía nos dirá que este hombre que se dirigió a Westminster a matar y a morir era británico, con conexiones yihadistas y que le tenían ficha abierta, aunque nos preguntaremos de qué ha servido. Nos explican que son personas excluidas socialmente, que sienten que han fracasado en la vida, llenas de rabia y de venganza. Y aunque hayan podido operar individualmente, cuando cometen atentados, el Estado Islámico se los apropia.

¿Y la prevención? ¿Cómo detectarlos? Es muy difícil cuando ya han salido de la rueda del sistema, pero, por otra parte, comprobamos que combatirlos únicamente con la fuerza no es eficaz. Solo podremos vencer al terrorismo si somos capaces de entenderlo, que para nada quiere decir aceptarlo. Los terroristas no están locos, son personas excluidas que buscan su identidad provocando el terror.