Solo respirar un poco de aire

Tengo que decir que nunca me he sentido periodista, que es un oficio que respeto. Solo he ejercido como tal cuando el semanario 'Destino' me envió, para hacer reportajes, a  algunos países europeos y asiáticos.

Me parece más justo aceptarme como articulista. Porque es un hecho que desempeño este oficio desde hace decenas de años. Mi primer artículo se remonta a la juventud, y el tema era un homenaje a Àngel Guimerà, de cuando se conmemoraban quizá, los 25 años de su muerte.

Yo admiro a los buenos periodistas, a los de verdad. Y algunos han sido lamentablemente tratados a lo largo de la historia. Cuando la famosa actriz Sarah Bernhardt actuaba en 1921 en París, fue entrevistada por un periodista norteamericano que se empeñaba en hurgar en los sentimientos íntimos de la actriz y otros temas delicados. Cuando la entrevistada decidió detener al impertinente, el periodista dijo: «Tenga en cuenta que yo soy un periodista...». La actriz debía ser muy aguda, porque le dio una respuesta muy intencionada: «¿Periodista?... Sí, lo siento, ¿y cómo es que le ha pasado esto?»

El ilustre Menéndez y Pelayo iba más lejos. En vez de compadecerse de los periodistas, los insultaba: «Mala y diabólica ralea, nacido para extender al mundo la vanidad y el falso saber, para entontecer a los pueblos, digna de remover las cloacas...». Yo no sé si me he ahorrado algunos insultos, pero las víctimas o destinatarios más previsibles son la gente notable.

El título de mi columna diaria en este diario, 'Pequeño observatorio', fue una decisión del instinto. Y ahora me parece que lo entiendo. Con mis instrumentos creativos habría sido temerario y ridículo pretender ser un gran maestro.

Los grandes observatorios pueden llegar a descubrir planetas. Los pequeños, como el mío, solo pueden aspirar a descubrir un poco del aire que nos rodea.