LARGO PLAZO

Solo los tontos no hacen trampas

OLGA GRAU

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«Si no estás haciendo trampa es porque no lo intentas». Un operador de Barclays describía a otro colega lo fácil que resultaba hinchar los márgenes que se cobraban a los clientes por el cambio de divisas. El Cartel es el nombre con el que se bautizaron a sí mismos los brokers conchabados en una de las mayores estafas financieras de la historia. Sucedió entre diciembre del 2007 y enero del 2013, cuando la crisis arreciaba.

Operadores de los seis bancos que se reparten el Forex, el mercado de intercambio de divisas mundial que mueve 5,3 billones de dólares diarios (equivalente a cinco veces el PIB español), crearon un chat secreto en internet. Se intercambiaron información de sus clientes. Se pusieron de acuerdo sobre cuándo y en qué cantidad comprar o vender dólares o euros alterando el volumen del mercado atacando todos a la vez. También manipularon las comisiones que cobraron a sus clientes para aumentar sus ganancias.

Lo hicieron como algo divertido y lucrativo e incluso bromearon sobre lo fácil que era. Se burlaron de los que no lo hacían por estúpidos. Si uno deja volar su imaginación puede llegar a visualizar a una suerte de especímenes del estilo de Jordan Belfort (Leonardo DiCaprio) en El lobo de Wall Street, la película de Martin Scorsese que describe las juergas de drogas y alcohol que se corrían los operadores de bolsa para celebrar las estafas del día.

La trama criminal a escala masiva, como la ha calificado el FBI, tuvo su desenlace el pasado miércoles. El Departamento de Justicia y la Reserva Federal, entre otras instituciones, impusieron una macromulta de 5.200 millones de euros a Barclays, UBS, RBS, JP Morgan, Citigroup y Bank of America por manipular el mercado de divisas.

El proceso no se ha saldado tan solo con un acuerdo extrajudicial, sino que cuatro bancos, de forma insólita, han reconocido haber cometido un delito penal. A pesar de la macromulta, el final de la historia es decepcionante. Los bancos han declarado que los operadores actuaron al margen de las estructuras y de sus gobiernos corporativos. Pero el proceso va revestido de tal opacidad que existen dudas fundadas sobre si las cúpulas sabían de los amaños. Se presta a sospecha al no haber trascendido las indentidades de los brokers ni si siguen trabajando en los bancos. Y con todo, nadie se sentará en el banquillo ni irá a la cárcel.

El caso conduce a reflexionar sobre el gran poder de las corporaciones que manejan el dinero en el mundo. Y lo fácil que les resulta pagar multas millonarias cuando han ganado mucho más de lo que ahora resarcen. Los anglosajones le llaman a esto peanuts (cacahuetes).

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