La clave

Solo le pido a Dios

JUANCHO DUMALL

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El cantautor argentino León Gieco compuso en 1978 un himno que ha hecho historia: Solo le pido a Dios, una canción versionada en España por Ana BelénAntonio Flores y Miguel Ríos, entre otros, que ha sido cantada también por Shakira, U2 y Bruce Spring-steen. No es para menos, letra contundente, al más puro estilo del Bob Dylan primerizo, y ritmo pegadizo de folk-rock.

Considerado un manifiesto antibelicista («solo le pido a Dios que la guerra no me sea indiferente»), la canción es también una llamada a la batalla contra la desigualdad («solo le pido a Dios que lo injusto no me sea indiferente») y un canto a la participación en la política («solo le pido a Dios que el futuro no me sea indiferente»). Sería una buena banda sonora para el 2014, no solo porque este año han vuelto a ponerse de moda estribillos que considerábamos ya superados, como el de L'estaca de Lluís Llachasunto sobre el que ha ironizado Ramón de España con su habitual gracia corrosiva. También porque, como ocurrió en España y en Latinoamérica en los años 70, el debate político ha vuelto a estar en el primer plano de la actividad de las nuevas generaciones. Podemos y las fuerzas soberanistas catalanas han incorporado a la política a muchos sectores jóvenes, que se mantuvieron alejados durante años de un universo que consideraban extraño, cuando no hostil.

En 'prime time'

Los programas de debate político ocupan horarios de prime time en las más importantes cadenas de televisión, las universidades vuelven a ser un foco de activismo y las mareas de protesta -por la sanidad, la educación o los derechos sociales- se han extendido como la pólvora por todo el país.

La creciente politización de los jóvenes, otra inesperada consecuencia de la crisis, augura tiempos de cambio. Es previsible que en el ciclo electoral del 2015 -elecciones municipales, autonómicas, legislativas y, probablemente, catalanas- vuelva a haber alta participación, mayor exigencia democrática y sorpresas en los resultados. Los responsables de las campañas tienen un desafío: el futuro ya no nos es indiferente.