Solo imagen

¿Habrá encierro en el Parlament de los políticos independentistas? ¿Se congregará una multitud apoyándoles? ¿Nos conformamos con jugarnos el futuro a la carta de una imagen?

Artur Mas, Joana Ortega y Irene Rigau posan en el Arc del Triomf antes de su declaración en el TSJC.

Artur Mas, Joana Ortega y Irene Rigau posan en el Arc del Triomf antes de su declaración en el TSJC. / periodico

EMMA RIVEROLA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

¿Habrá encierro en el Parlament de los políticos independentistas? ¿Se congregará una multitud apoyándoles? ¿Veremos a Puigdemont con esposas? Cualquiera de esas imágenes daría el triunfo escénico al independentismo y supondría el fracaso de las palabras. ¿Y ya está? ¿Nos conformamos con jugarnos el futuro a la carta de una imagen?

No todos los políticos independentistas comulgan con la estrategia dibujada (y callada) por sus líderes. Pero entienden que sus fieles no aceptarían apearse ahora del referéndum unilateral. Aunque, ¿realmente es así? Si los votantes de Junts pel Sí han aceptado olvidarse de la independencia en 18 meses (la gran promesa electoral de la coalición) y sustituirla por un referéndum que no se mentaba por ningún lado, ¿por qué no han de estar dispuestos a aplazar una cita de urnas inciertas (y futuro aún más confuso) por una negociación rigurosa, transparente y sin apriorismos? Sí, es cierto, por ahora, esa posibilidad topa con la pétrea negación del PP. Pero, ¿cuál es el camino que preferiría la mayoría de los catalanes?

El gran valor de un referéndum es que obliga a todas las partes a presentar un dibujo concreto de su oferta. Qué Catalunya proponen dentro o fuera de España. Con un referéndum unilateral (y apresurado) se pierde su esencia. ¿Qué importa más: contarnos (otra vez) o forzar ese debate? Para la segunda opción sí debería haber mayoría. En Catalunya y en el Congreso.