La solidaridad no es suficiente

RAFAEL VILASANJUAN

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Francia otra vez. Cuando todavía no se habían apagado los ecos del último atentado terrorista, cuando el país vivía bajo un estado de emergencia nacional que ya tenía fecha de caducidad, el horror ha vuelto a inundar de sangre y víctimas inocentes a nuestros vecinos. Pero aunque el Estado Islámico ha decidido señalar a Francia como su objetivo principal, la amenaza es global y su objetivo es Europa.

Hasta en Inglaterra han ondeado banderas tricolores y aunque no quiera seguir compartiendo futuro común, en Londres se ha cantado la Marsellesa y por un día la solidaridad nos ha hecho pensar que seguimos juntos, al menos en la catástrofe. Es tal vez el único gesto bonito de un atentado horroroso, pero no es suficiente. La solidaridad no vale solo en tiempos de horror y por supuesto no acaba al día siguiente de un atentado, como si tras enterrar a las víctimas la cosa ya no fuera con nosotros. El terrorismo es un reto común al que ningún país por sí solo puede dar una respuesta adecuada y Europa, ensimismada en su propia división, no ha hecho todavía parte de los deberes prometidos.  

Al Estado Islámico se le puede combatir cerrándole sus fuentes de reclutamiento, su financiación, compartiendo información y archivos sobre sus redes, infiltrándose y asumiendo riesgos comunes o incluso frenando de manera conjunta su avance sobre el terreno. ¿Cuánto de todo esto hemos avanzado desde el atentado al semanario 'Charlie Hebdo', hace solo un año y medio?

La lucha contra el Estado Islámico no se libra contra un estado, tampoco contra el islam, es una guerra contra un movimiento genocida. Una batalla global a la que solo podemos hacer frente juntos. Por eso los países de la UE tienen que dejar de amagar con discursos solidarios del tipo “todos somos franceses” mientras piensan que la mejor manera de evitar ser víctimas de este terrorismo global es exponiéndose lo menos posible. Porque lo que viene a decirnos este último episodio en Niza, de una logística tan sencilla como horrorosa, es que somos mucho mas vulnerables de los que nos parece, que en el mundo global una herida abierta en Oriente Medio contagia en nuestras sociedades y que un atentado terrorista puede acabar con nuestras vidas – o lo que es aún peor, la de nuestros hijos- mañana mismo.

GUERRA DECLARADA

Francia desde luego está en el punto de mira de los radicales islámicos. Una guerra declarada por lo que representa: un poder laico que tiene una respuesta tan dura contra la cobertura total de las mujeres en el espacio público, como en la defensa de los Derechos Humanos mas allá de sus fronteras. Pero lo está también porque Francia es el país con mas musulmanes de toda Europa occidental y en un momento en que la islamofobia crece en todos los sondeos con la misma intensidad con la que aumenta la pasión por la extrema derecha, los radicales han encontrado tierra fértil para la polarización.

La critica al presidente Hollande va a arreciar porque el poderoso Frente Nacional, a un año de las elecciones, ya tiene un nuevo argumento para decantar el dilema entre libertad y seguridad hacia esta última. Poco importa que el asesino del camión de Niza no venga de fuera. Si el 'brexit' es el mejor ejemplo de cómo las mentiras pueden decantar un voto, el terrorismo es una amenaza aún mayor para el avance populista que quiere seguir dividiendo a Europa. El problema no está solo en Francia, nos afecta a todos. Por eso aunque la solidaridad hoy está bien, mañana hay que exigir que la repuesta sea común.