"Sola, fané...", el tango del aislamiento

No tengo el gusto de haber hablado con el presidente Mariano Rajoy sobre una Catalunya a la que, sin duda, él quiere muchísimo aunque sea, como decía un popular cantante, «a mi manera»... Rajoy es un distinguido señor más bien discreto, incluso discretamente barbudo, que da la impresión de que, si por él fuera, no diría nunca ninguna frase exagerada, como es costumbre escuchar en otros políticos. Más que un proclamador de tribuna, me parece un amable conversador de sofá.

De todos modos, el ejercicio de la política pide hacer frases rotundas, aunque sea de vez en cuando. Días atrás, el presidente español dijo que los catalanes deben votar por una Catalunya «que no esté dividida y aislada del mundo». ¿Una Catalunya dividida? Supongo que no quiere decir físicamente, sino constituida por ciudadanos con opiniones diversas.

Esto, señor Rajoy, en principio no es ninguna desgracia. Los castellanos, los andaluces, incluso los madrileños, están divididos. Hay partidarios de A, de B, de C... Esta división es la democracia, señor Rajoy, mientras que la unificación puede ser un deseo de dictadura. Franquismo, nazismo...

Usted, presidente, conoce el mundo del derecho y la figura jurídica de la división de bienes. Y la respetada división de opiniones. También conviene recordar que cuando se implantó la división del trabajo, el resultado fue un gran progreso productivo. Y cuando afirma que una Catalunya independiente quedaría «aislada en el mundo» -como si estuviera «sola, fané y descangayada», según dice el tango-, la afirmación me parece gratuita, sin ninguna base sostenible. ¿Por qué Catalunya, con la independencia, debe quedar aislada del mundo? ¿Es que cuando construyeron sus independencias Portugal, Suiza, Italia, Polonia, Austria, Argentina o Canadá quedaron aisladas del mundo?

En la Europa actual, y en el siglo actual, los aislamientos ya no existen.