En puertas de un centenario histórico

Sobre el asesinato de Rasputín

La muerte violenta del célebre monje poco antes de la Revolución rusa sigue siendo un suceso enigmático

LEONARD BEARD

LEONARD BEARD / periodico

FRANCISCO VEIGA

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Dentro de unos días se cumplirá un siglo del asesinato del monje Grigori Rasputín, un acontecimiento que, más o menos recogido por la prensa, inaugurará la secuencia de conmemoraciones de la Revolución rusa.

Del célebre monje se han escrito innumerables libros que han contribuido a mantener en el candelero las notas amarillas de su leyenda: su influencia en la corte del zar Nicolás II, sus borracheras y excesos sexuales, su charlatanería de curandero analfabeto que pretendía curar las crisis de hemofilia que aquejaban al heredero del trono... Quizá el punto final de esta imagen esperpéntica sea la canción que dedicó el grupo pop Boney M al personaje en 1978.

UN TRASFONDO NACIONALISTA

Sin embargo, las circunstancias que vehiculan al personaje y terminan por destruirlo tienen su propia historia y significado; y raramente se les ha prestado atención. De entrada, Rasputín llega a la corte rusa a través de la influencia de la princesa Militza de Montenegro, hermana del gran duque Nicolás. Eran fervientes paneslavistas, es decir, nacionalistas rusos que consideraban que el zar y su familia debían estar más en contacto con el pueblo. En tal sentido, Rasputín no había sido el único curandero que habían introducido en la corte. Por lo tanto, el trasfondo último de la 'operación Rasputín' era nacionalista: ayudar a transformar a Nicolás II de autócrata en monarca del pueblo ruso --y no tanto del resto de las nacionalidades que poblaban el inmenso Imperio--.

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Diez años después de su llegada a la corte, Rasputín fue víctima de un asesinato que hoy sigue siendo enigmático. Se ha puesto mucho énfasis en la explicación que ofrecieron los ejecutores y en el detalle morboso de que dos de ellos eran aristócratas y homosexuales: el príncipe Yusupov, de una de las más familias más poderosas del Imperio, y el gran duque Dimitri. Se pasa más por alto la participación activa de Vladímir Purishkevich, líder y fundador del grupo protofascista Centurias Negras. Y hasta hace poco no se sabía nada del papel jugado por el agente secreto británico Oswald Rayner, que ultimó a Rasputín con su revólver de reglamento tras haberlo estado torturando durante horas. Fue una de las operaciones más oscuras del Intelligence Service, investigada por Richard Cullen, un oficial forense británico, y publicada en el 2010 en un detallado libro. Hoy, la implicación de Rayner en el asesinato está reconocida en el pequeño museo que se conserva en el Palacio Moika, de la familia Yusupov, en pleno centro de San Petersburgo. Se puede visitar la estancia en la que se perpetró el asesinato, adornada con figuras de cera que representan a  los personajes. Rasputín, sin embargo, no fue ningún espía; en cambio, sí que era un reconocido pacifista.

LA OBSESIÓN DE LONDRES

La implicación británica en el suceso expresaba la preocupación de Londres ante la posibilidad de que Rusia saliera de la primera guerra mundial en 1916. Era, literalmente, una obsesión. Tenía un apoyo consistente en el hecho de que los alemanes lo habían buscado activamente con su contundente ofensiva de 1915. Un año más tarde, la muerte del emperador Francisco José dejó al descubierto la muy escasa moral de Austria-Hungría para continuar en la guerra. El nuevo emperador Carlos decidió buscar una vía de salida a través de la diplomacia secreta. Berlín, perfectamente enterado, sabía que si eso sucedía, Alemania no podría continuar aislada. Por ello en el invierno de 1916 los imperios centrales intentaron negociar un acuerdo de paz con los aliados de la Entente, que no salió bien parado, básicamente por la oposición de Francia y Gran Bretaña. Ambas potencias tenían serios problemas para continuar en la guerra --Gran Bretaña había aplastado a sangre y fuego el levantamiento irlandés de Pascua--. Pero la negativa aliada estaba relacionada con la inminente entrada en guerra de Estados Unidos, que, en efecto, se produjo en abril de 1917.

"EL SIGLO SOVIÉTICO"

La historia del asesinato de Rasputín nos trae interesantes enseñanzas cara al inminente año 2017, que previsiblemente llegará cargado de escritos y actos conmemorativos de la Revolución rusa. El más evidente es que queda mucho por investigar sobre ese hecho formidable que marcó todo el siglo XX, hasta el punto de que ha sido definido por Moshe Lewin como "el siglo soviético". Y dentro de ese desafío cabe considerar la existencia de protagonistas poco conocidos pero determinantes, como lo fueron en este caso Gran Bretaña y Francia, que tras ganar las grandes guerras del siglo XX vendieron una imagen histórica de su protagonismo mucho menos transparente de lo que fue en realidad.

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