Siria, el país en que Putin y Trump están a punto de llegar a las manos
Antonio Baquero
Periodista
Antonio Baquero
ANTONIO BAQUERO
Si algo malo le puede ocurrir a un país es convertirse en el escenario donde otros estados –más grandes y poderosos- diriman sus rivalidades. Durante estos seis años de guerra, los sirios han padecido la desgracia de –además de la guerra civil entre los rebeldes y el régimen y la irrupción de los yihadistas- ser el tablero en que los campeones de la corriente suní del Islam, con Arabia Saudí en cabeza, libraban su batalla con <strong>Irán</strong>, el abanderado del islám chií, para dirimir cuál de las dos ramas islámicas era predominante en Oriente Próximo.
Por si con ser el ring del combate entre iranís y saudís no bastara, ahora Siria va a ser escenario de la lucha entre las dos superpotencias mundiales: EEUU y <strong>Rusia</strong>.
La acusación vertida por la Casa Blanca de que el régimen de Asad está preparando un nuevo ataque con armas químicas y la amenaza de que, si lo consuma, pagará un alto precio está más dirigida a Moscú que a Damasco. EEUU considera que, de facto, el régimen sirio es un protectorado de Rusia –también de Irán- y que un ataque químico como el perpetrado en abril en Idleb no pudo realizarse sin la luz verde o, al menos, el conocimiento del Kremlin. De hecho, pese a que el aviso iba dirigido a Asad, ha sido el Gobierno de Rusia quien primero ha respondido a la amenaza señalando que es “inaceptable”.
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El uso de armas químicas es el primer argumento de ese combate rusoestadounidense, que no es solo diplomático, si no que ya empieza a soltar zarpazos bélicos. Desde la represalia estadounidense al bombardeo con armas químicas de abril, la tensión militar sobre el terreno entre rusos y estadounidenses está en máximos. Y la semana pasada subió aún más. En términos coloquiales, podemos decir que, en Siria, Trump y Putin están a punto de llegar a las manos.
El 19 de junio, el mando ruso en Siria ya avisó que cualquier avión de combate que sobrevolara el este del Éufrates sería considerado un potencial objetivo a derribar. Esa amenaza fue la reacción al derribo por parte de EEUU de un avión del régimen sirio que había lanzado proyectiles cerca de una zona donde se encontraban soldados estadounidenses. El mensaje estadounidense es claro: venimos aquí para liquidar al EI pero si el régimen sirio cruza líneas rojas actuaremos contra él. El mensaje ruso, también: estamos aquí para proteger a nuestro aliado sirio así que si lo tocas responderemos.
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Ambos países, con la excusa del combate contra el terrorismo del Estado Islámico, tienen ya numerosas tropas en suelo sirio. Unidades de combate que, desde distintos flancos, avanzan hacia un mismo lugar: la ciudad de Raqqa, capital de facto del EI. Cuando el enemigo común que ahora son los yihadistas desaparezcan, las tropas del régimen apoyadas por Rusia quedarán cara a cara con sus enemigas, las milicias rebeldes kurdoárabes de las Fuerzas Democráticas Sirias apoyadas por EEUU.
Lo que es seguro es que Washington va a ser cada vez más agresivo en Sira pues le es fundamental recuperar el terreno perdido en ese país árabe, donde había quedado relegado a un papel marginal. Irán, primero, y Rusia, después, lograron, al apoyar a Asad, ser potencias dominantes en ese conflicto. Putin y el ayatolá Alí Jamenei se han sentado en el trono de Damasco, y eso revienta los equilibrios geoestratégicos en Oriente Próximo, donde hasta hace unos pocos años el Tío Sam era preeminente. Con eso y con Trump de ‘commander in chief’ mejor no descartar nada.
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