Análisis

Sin una propuesta alternativa

ENRIC MARÍN

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El resultado del debate parlamentario estaba cantado. Nadie esperaba ninguna sorpresa en cuanto al posicionamiento de los diferentes grupos parlamentarios. Las expectativas estaban puestas más bien sobre la modulación del discurso de los dos grandes partidos sistémicos españoles. Y, de manera más específica, en saber si la oferta de diálogo del presidente del Gobierno tomaba perfiles concretos y tangibles. Pero la intervención de Rajoy no salió del áspero discurso formalista ya enquistado. Fue un discurso en clave claramente electoral con el que muchos ciudadanos catalanes se pudieron sentir menospreciados. Escuchado desde Catalunya, ofensivo. El discurso de Rubalcaba fue más amable, pero de una timidez que lo hace convertirse en complementario y no en alternativo al del PP.

Si la respuesta a lo que desde Madrid se identifica como «el desafío del soberanismo catalán» es un promedio entre la posición del presidente del Gobierno y la del jefe de la oposición, la conclusión es que no hay contrapropuesta negociadora. Esta es la clave: no hay respuesta alternativa. Básicamente, por dos razones: en primer lugar, el núcleo de poder que controla el Estado no ha sabido hacer un diagnóstico ajustado de lo que pasa en Catalunya; y en segundo lugar, porque cualquier propuesta negociadora significaría una cesión de poder económico, político o cultural que el establishment español considera intolerable o inasumible. Por eso no es de extrañar que se haya intentado aplicar la misma medicina que ya se aplicó con el plan Ibarretxe. Toda la escenografía parlamentaria estaba prevista para la repetición de la jugada. Lógicamente, solo faltaba el president Mas. Algunos ya deben empezar a entender que la jugada no les ha salido nada bien.