Dos miradas

Sin ultras

EMMA RIVEROLA

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«Esta España corrupta, chanchullera y mediocre le da mil vueltas a los EEUU de Trump, al Reino Unido de Boris Johnson Nigel Farage, a la Francia de Marine Le Pen, a la Holanda de Geert Wilders... y no hablemos ya de Hungría, Polonia, Dinamarca, Austria, Grecia, Finlandia». Milo J, Krmpotic, subdirector de Librújula, colgó esta reflexión en su muro de Facebook al hilo del resultado electoral. El razonamiento invita a lanzar un suspiro de alivio y exclamar el socorrido: ¡pues no estamos tan mal!

La ultraderecha no deja de extenderse por Europa. En cada país adopta unos matices distintos, aunque hay trazos que se repiten: la protesta contra las élites, el desprecio hacia unos partidos tradicionales que no han sabido preservar el bienestar general y la defensa de una identidad nacional que sienten amenazada. Lo cierto es que, más allá de episodios puntuales esperpénticos, en España no hay ningún partido de extrema derecha con posibilidades de llegar al poder. Quizá porque la sombra de los 40 años de franquismo aún pesan en el recuerdo. Quizá porque la derecha derechísima del PP ya integra (y contiene) a los nostálgicos y Podemos ha dado una alternativa democrática a los jóvenes 'anti'. Quizá también porque un independentismo catalán sin marca de xenofobia ha canalizado los anhelos identitarios… Por una razón u otra, la semilla del odio no encuentra el abono para crecer. Al menos, hay algún motivo para el orgullo.