Al contrataque

Sin trampa ni cartón

ERNEST FOLCH

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La edad de oro del independentismo en Catalunya ha dado paso por fin a su reverso natural, el dependentismo. No sabemos si son diez o diez millones, pero pronto tendremos ocasión de comprobarlo puesto que por fin se han decidido a medir sus fuerzas de igual a igual. La gran novedad de este movimiento no es que sea unionista sino que es estrictamente reactivo: se plantea como una alternativa al llamado «pensamiento único del independentismo» y además lo hace de manera absolutamente transversal: en este nuevo espacio han convergido sensibilidades del PP, de C'S... y del oficialista PSC, justificando así sin quererlo el famoso brindis constitucionalista de CamachoRivera y Navarro que dio la vuelta a Catalunya. Por algo aparecen bajo siglas como Sociedad Civil Catalana, por algo se volverán a manifestar el día 11 de septiembre, y por algo van a solaparse a partir de ahora con las iniciativas populares soberanistas, puesto que su intención es ser una anti-ANC: su agenda es la misma que la del independentismo, pero al revés.

Coincidiendo con el bautizo ha aparecido alguna idea intempestiva y creativa, como esta Tarragona que de repente se presenta como «la capital de la España romana», pero la novedad es que ya no se oye aquella cantinela hipócrita según la cual lo prioritario son los problemas de la Catalunya real. Esta vez, fuera caretas, y se trata al proceso catalán como lo que es, es decir, el tema estrella de los tiempos que han de venir. Por todo ello el independentismo se enfrenta a otro reto, que es el de tratar con exquisitez a su antítesis: su mera existencia es en si mismo un reconocimiento explícito al espacio central natural que ocupa en la sociedad catalana, y un homenaje velado, ni que sea por simple antagonismo.

Dependentismo

Mientras los soberanistas deben ser impecables y no hacerle a los demás lo que siempre les han hecho a ellos, el dependentismo tiene otro reto gigantesco, que es el de jugar limpio. Porque el ala dura del unionismo ha intentado siempre enfangar el partido nacional con persecuciones lingüísticas inventadas y con el terrorismo. Las reiteradas declaraciones de Mas y Junqueras subrayando que respetarán en cualquier escenario la cooficialidad del castellano desactivan cualquier victimismo, y el terrorismo solo se relaciona con el proceso catalán en mentes enfermas que añoran los tiempos en que contra ETA vivían mejor. El terreno de juego, pues, está limpio y despejado para una gran batalla de ideas, sin trampa ni cartón. En un país donde todavía no es posible votar sí o no a la independencia, de momento podremos empezar a contar personas en las calles, que ya es algo. Es el momento para desplegar los argumentos a favor y en contra de la independencia. Hecho esto, ya solo quedará que todas las partes acepten la última regla de la democracia: votar.