Editorial

Sin presupuestos y sin proyecto

La salida de Puigdemont es lógica, pero sería un error que se busque el apoyo de la CUP para la cuestión de confianza

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«No tenemos presupuestos, ni mayoría parlamentaria. Así no se puede gobernar». Más claro no pudo ser el 'president' Carles Puigdemont ayer en el Parlament, después de que los presupuestos de la Generalitat fueran rechazados por primera vez desde que existe la autonomía catalana con los votos de toda la oposición y de la CUP, hasta ahora teórico aliado del Govern. Como respuesta a este fracaso enorme -los que se presentaban como los últimos presupuestos autonómicos no han pasado ni el primer trámite-, Puigdemont anunció que se someterá a una cuestión de confianza en septiembre. La salida es lógica y debería ser inmediata, pero, como por imposibilidad legal no se pueden convocar nuevas elecciones hasta el 3 de agosto, parece razonable que la moción de confianza se debata en septiembre.

Ahora bien, ¿para qué van a utilizarse estos tres meses? Si Junts pel Sí (JxSí) y el Govern pretenden otra aproximación a la CUP para ver si convencen a los antisistema de que apoyen la cuestión de confianza, y se eviten así otras elecciones, se caerá en un nuevo error. Esta pretensión de seguir aliados a la CUP podría desprenderse de las reiteradas afirmaciones del 'president' de que no renunciará al 'procés' ni a situar a Catalunya a las puertas de la independencia. Sin embargo, si algo ha quedado claro en el frustrado debate es la incompatibilidad entre JxSí y la CUP. Más allá de los reproches sobre si los presupuestos son más o menos sociales, la CUP sostiene que no llevan a la independencia y el Govern asegura lo contrario.

Dicho de forma más clara: para la CUP, los presupuestos no cumplen con la declaración rupturista aprobada el 9-N del 2015 y por eso entiende que el veto no rompe un pacto de estabilidad ya violado antes por la otra parte. Con este planteamiento, vuelve a demostrarse que el verdadero error de JxSí y del Govern fue una declaración que incluía la desobediencia al Estado que ahora la CUP reivindica y que los diputados de la mayoría sabían imposible de cumplir.

Ante este panorama, tiene razón Oriol Junqueras al advertir de los peligros que corre la economía catalana y el perjuicio que la falta de presupuestos supone para los servicios sociales. Sin embargo, conociendo a la CUP y su lógica -es pobre el reproche de que han votado con el PP-, nadie puede llamarse a engaño.