Sin novedad en Arabia Saudí

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ROSA MASSAGUÉ

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He leído con cierto estupor algunos comentarios sobre la muerte del rey saudí Abdalá bin Abddelaziz al-Saud en los que se hace hincapié sobre su voluntad reformista. Voluntad, quizá. Sin embargo la realidad indica que fue el rey que no reformó como bien explica Ana Alba en su crónica para este diario.

Lo que ya no me causa tanto pasmo es ver como todos aquellos líderes que hace dos semanas desfilaban por las calles de París cogidos del brazo contra el terrorismo y, se supone, en defensa de la libertad de expresión, corrieran todos a Riad para asistir a la ceremonia fúnebre por el monarca.

En las relaciones internacionales hipocresía e intereses van de la mano. Incluso el gran ausente de aquella manifestación, el presidente Barack Obama, prescindió de una visita al Taj Mahal programada durante su viaje a India para ir al entierro. ¡Cómo no despedir al rey del país que es el mayor exportador de crudo del mundo y que además, ahora mismo, tiene la llave de la caída del precio del crudo!

Lo dicho, no reformó. Abdalá mantuvo al reino saudí bajo el régimen feudal en el que ha vivido el riquísimo país desde que fue creado como tal en 1932. Y ahí van dos muestras muy recientes de cómo van las cosas en el reino de los Saud. Hace apenas un mes dos mujeres fueron encarceladas por desafiar la prohibición, no escrita, de conducir automóviles. Y un bloguero, Raef Badawi, fue condenado a 10 años de cárcel y mil latigazos, ¡mil!, de los que recibió 50 el 9 de enero y está a la espera de que las heridas causadas por aquella primera flagelación mejoren para ser sometido a una segunda tanda.

Por si alguien albergaba alguna esperanza de que el nuevo rey, Salman, de 79 añososaría emprender una ruta de apertura, ahí están sus primeras palabras:

«Seguiremos aferrados al enfoque tradicional sobre el que fue creada esta nación por su fundador, el rey Abdelaziz al- Saud. No nos alejaremos nunca de esa línea, pues nuestra Constitución es el libro de Alá y los actos del profeta Mahoma.»

Por si es de su interés conocer algo más acerca de aquel reino del desierto les sugiero algunas lecturas. Para empezar, 'La casa de Saud' (Catarata, 2013), del periodista Javier Martín. Es una historia del país narrada en paralelo a la de la dinastía ya que no existe uno sin la otra. En Arabia saudí nació el islam y el autor, experto en el mundo musulmán, cuenta la historia a partir del siglo XVIII, cuando apareció el primer emirato fruto de la unión de una tribu de beduinos, los Saud, y de un teólogo musulmán, Abdul Wahab, que fundó la corriente wahabí.

El wahabismo es la vertiente más rigorista del islam suní que pervive hasta nuestros días, inmune a cualquier cambio o adaptación y domina el aparato político-religioso del Estado que lo exporta sin reparar en gastos. El libro alcanza hasta la primavera árabe con los retos que aquel movimiento plantea a las anquilosadas autoridades de Riad.

'Chicas de Riad' (Emecé y Columna, en catalán, 2007), de Rajaa Alsanea, es una novela que sin ser una joya literaria tiene un gran valor porque muestra a través de cuatro muchachas protagonistas algo muy difícil de saber considerando lo muy cerrada que es la sociedad saudí.

El libro explica cómo es la vida cotidiana y en particular cómo viven las mujeres, cuáles son sus aspiraciones, cómo se enfrentan a la tradición. La obra fue prohibida en Arabia Saudí y publicada en Líbano en el 2005. Vendió cien mil ejemplares y alcanzó altas cotizaciones en el mercado negro.

'Los Bin Laden' (RBA, 2008), de Steve Coll, no es un libro sobre Osama bin Laden. Es la historia de su familia, una familia muy poderosa, riquísima, que se mueve en las más altas esferas del Estado y que le debe a la religión gran parte de su poder y riqueza. Muestra también su expansión por todo el mundo con una tupida red de empresas.

Además de la religión, el otro hecho que define a Arabia Saudí es el petróleo. El periodista Craig Unger aborda esta cuestión en 'Los Bush, los Saud' (Planeta, 2004), una historia de la relación entre ambas familias que empieza con el petróleo. La familia de los dos presidentes estadounidenses ha tenido grandes intereses en la industria petrolera y de ahí nació una estrecha relación con los saudís.

Dejó de ser una estrictamente comercial para convertirse en algo mucho más grande, en una relación de poder e influencia que ha estado presente en todos los acontecimientos más destacados durante casi medio siglo, desde la guerra entre Irán e Irak (1980-1988) y la guerra de Afganistán contra las tropas soviéticas (1978-1992), cuando Washington y Riad apoyaban y financiaban a los muyahidines de donde nacería Al Qaeda con Osama bin Laden a la cabeza.

Con un país instalado en el inmovilismo, estos libros no pierden vigencia.