Al contrataque

Sin nombre

Los medios de comunicación hemos dejado de sacarles y de enseñar su desgracia. Y por nuestra culpa esa presión ha desaparecido para los políticos

ANA PASTOR

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Como no lo vemos, preferimos pensar que no existe. Como no hemos podido observar sus pequeños pies y sus diminutas manos, él nunca tendrá una portada. Ni siquiera he sido capaz de encontrar su nombre en las crónicas de lo ocurrido. Es como Aylan. Es otro bebé, tiene 12 meses de vida pero ni siquiera puedo decirte cómo se llama.

Hace 24 horas la guardia costera de Grecia localizaba una embarcación neumática cerca de isla de Lesbos. Una más entre las decenas que intentan llegar cada día a esa zona. Según varios medios de información locales, en ella viajaban 56 personas. La barcaza estaba a punto de llegar a la costa cuando fue avistada. De entre todos los adultos que iban en ella, los servicios de rescate localizaron a alguien más. Un bebé. Estaba inconsciente. Minutos después su cuerpo ya no tenía vida. Solo pudieron certificar su muerte.

Según la Organización Internacional de Migraciones (OIM), en lo que va de año 2.987 personas han muerto en aguas del Mediterráneo cuando intentaban llegar a Europa. El bebé sin nombre es uno más. Y probablemente la terrorífica estadística solo incluye las muertes certificadas oficialmente. No están incluidos los que mueren sin que sepamos siquiera que han salido de sus países huyendo de la guerra pero también de la miseria.

La Unicef señala que una cuarta parte de los refugiados que están pidiendo asilo en nuestro continente son menores de edad. Un equipo del programa El Objetivo estuvo hace unas semanas en la isla de Kos. He recordado ahora una de las imágenes que vimos de ese teórico paraíso griego.

FLOTADOR Y MANGUITOS

Un padre sacaba de una barca al llegar a la playa a una de sus hijas. La niña de muy pocos años llevaba un chaleco naranja de salvamento como esos que hemos visto tantas veces ya en los cuerpos de los refugiados. Pero aquella niña llevaba además un flotador rosa de esos que ponemos a nuestros hijos cuando llega el verano. Y llevaba unos manguitos de esos que hacen que los padres respiremos tranquilos cuando se meten al agua. El chaleco, el flotador, los manguitos..., todo lo necesario encima del pequeño cuerpo para espantar a la muerte en alta mar. Se ve a la niña intentando quitarse todo eso, su padre la coge en brazos y unos segundos después la deja en la arena de la playa. ¿Para qué?, me pregunto.

Los medios de comunicación hemos dejado de sacarles y de enseñar su desgracia. Y por nuestra culpa esa presión ha desaparecido para los políticos. Por eso pueden permitirse seguir retrasando la acogida. Pueden seguir también reuniéndose para no hacer nada. Pueden seguir. Porque no se lo vamos a afear. Al fin y al cabo, ese bebé no tiene nombre. A quién le importa.