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El nuevo partido de izquierdas aún no tiene nombre, pero sí una definición de la Catalunya que quiere

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EMMA RIVEROLA

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La megafonía vibra con 'Grândola Vila Morena' ("Tierra de fraternidad. El pueblo es quien manda"), la señal de arranque de la Revolución de los Claveles. Al ritmo de sus compases, Xavier Domènech Ada Colau irrumpen en la asamblea de Un País en ComúUn País en Comú. Ni el mejor estratega hubiera encontrado una imagen más poderosa de futuro y esperanza que el vientre henchido de Colau.

Hay dos ejes: el social y el nacional. No hay más. El 'procés' ha decantado el debate y las mayorías parlamentarias hacia el nacional. Solo así se entienden acuerdos ideológicos tan antinaturales como Junts pel Sí y el apoyo de la CUP. Antisistemas, republicanos, conservadores y la sombra de la corrupción unidos por un fin. 

LA CATALUNYA DE OZ

El nuevo partido de izquierdas es la oportunidad de arrojar luz sobre las fronteras. Desde las filas independentistas se apresuran a llamarles ambiguos. Como si confundir el debate izquierda-derecha, secuestrar las propuestas reales por futuribles dudosos e imponer la emoción sobre los argumentos fuera un ejemplo de precisión. Llevamos años instalados en la Catalunya de Oz.

El nuevo partido aún no tiene nombre, pero sí una definición de la Catalunya que quiere: una república social que comparta soberanías en un Estado plurinacional. Sus socios en el resto de España comparten sus trazos. Es de esperar la suma de Podem y no es descartable un frente común con un socialismo liberado de lastres. La simiente de una Catalunya y una España diferentes.