Dos miradas

Sigue viva

Cuando oye que dan la crisis por finalizada, dibuja una sonrisa triste. Porque ella oye cada día los latidos de su tenia. Sabe que la crisis no ha muerto

EMMA RIVEROLA

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Cuando le comunicaron su despido, trató de contener las lágrimas. Se mantuvo serena, aunque sentía que el aire huía de su cuerpo y su estabilidad se licuaba. Al salir de aquel despacho pensó que su mundo se desmoronaba, pero se sentía con fuerzas. Sabía que vendrían días difíciles, pero se dijo que todo lo malo conlleva algo bueno. Quizá era una oportunidad para dar un vuelco a su vida. Los días empezaron a sucederse. De ese modo extraño en que pasan los días sin despertador ni café rápido ni trayecto apresurado para llegar al trabajo. Se regía por la agenda de las ilusiones: una nueva entrevista, una llamada, un tal vez... Hasta que las decepciones oscurecieron el calendario. Sus pensamientos empezaron a trabarse. No conseguía deshacer el nudo de las preocupaciones. Dejó de mirarse en el espejo. Dejó de gustarse.

A veces, vuelve a recordar el momento en que la despidieron. Y siente que allí, justo en el momento en el que el aire huía, empezó a respirar algo pegajoso y denso. Desde entonces, ha crecido en su interior, hasta invadirlo todo. Es la crisis, le dijo el médico mientras escribía la receta. Ella forma parte de ese 12,2% de españoles que toman ansiolíticos. Una cifra que no ha dejado de crecer en los últimos años. Cuando oye que algunos dan la crisis por finalizada, dibuja una sonrisa triste. Porque ella oye cada día los latidos de su tenia. Sabe que la crisis no ha muerto. Y que vive en su cerebro.