Movimientos en el tablero político español

Sigue la incertidumbre

El test andaluz deja un escenario muy abierto con nuevos partidos, escisiones y alianzas inéditas

ASTRID BARRIO

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Aunque las elecciones andaluzas han despejado algunas incógnitas, los resultados no se pueden extrapolar al conjunto de la política española. Si hacemos caso de las encuestas, teniendo en cuenta que en el caso andaluz han acertado bastante, lo cierto es que los sondeos apuntan a que nos encaminamos a una recomposición de los espacios políticos que desde los años 80 presentaban un elevado grado de estabilidad. En el conjunto de España el PSOE era el partido hegemónico de la izquierda dejando un pequeño margen al PCE primero y a IU después. Tras la descomposición de la UCD, Alianza Popular (AP) -reconvertida más tarde en el actual PP- se hizo con todo el espacio del centroderecha. Este mapa quedaba completado con numerosos partidos de ámbito no estatal que daban cuenta de la doble dimensión sobre la que se ha articulado la competencia política en España.

En Catalunya, a pesar de la existencia de una mayor complejidad, al igual que en el resto del Estado también se configuraban dos grandes partidos, CiU y PSC, que se repartían buena parte del electorado aunque dejaban cierto espacio para los partidos minoritarios, ERC, PSUC/IC-EUiA y AP/PP. Durante muchos años tanto en España como en Catalunya predominaron las mayorías absolutas o los gobiernos monocolor minoritarios con la sola excepción del gobierno tripartito en Catalunya.

En este contexto de estabilidad reinaban los resultados electorales y el comportamiento de los partidos era altamente previsible. Los alineamientos electorales en los distintos tipos de contiendas eran muy estables lo que explicaría, en parte, por qué los partidos, especialmente los mayoritarios, tenían poca disidencia interna, al menos visible. Las experiencias de UCD y PCE/PSUC,devastadaspor pugnas internas altamente penalizadas por el electorado, y los escasos dilemas estratégicos propiciaron un gran equilibrio. Tanto los partidos como los sistemas de partidos estaban congelados, un fenómeno que nos equiparaba, con el habitual retraso, a lo sucedido en Europa desde la segunda posguerra hasta los 70. En ocasiones se ha interpretado esta estabilidad, sobre todo a nivel estatal, como uno de los efectos perversos del sistema electoral. Esto es, la barrera electoral y la escasa proporcionalidad en algunas circunscripciones habrían favorecido a los grandes partidos, penalizado a los pequeños y dificultado el surgimiento de nuevas formaciones políticas, mientras que la existencia de listas cerradas y bloqueadas habría desincentivado el faccionalismo interno y las escisiones (una idea plasmada en la máxima de Alfonso Guerra «quien se mueve no sale en la foto»). Pero si las previsiones demoscópicas se confirman, esta crítica carecería de fundamento y se ajustaría más la interpretación alternativa según la cual los sistemas de partidos son el resultado de las fracturas sociales.

La aparición de nuevas fracturas, o la reactivación de las viejas, estaría realineando al electorado y, en este contexto de mayor incertidumbre, los partidos y sus líderes tendrían incentivos para moverse. Y esto es lo que está sucediendo en España y en Catalunya. En el ámbito estatal han aparecido nuevos partidos a ambos lados del espectro, Podemos y Vox, y aunque tienen desiguales perspectivas políticas en ambos casos derivan de conflictos intrapartidistas o de discrepancias estratégicas en los viejos partidos o en los viejos espacios. Sin contar con Ciutadans/ Ciudadanos -que no es nuevo o al menos novísimo aunque sí lo son sus buenas perspectivas confirmadas en Andalucía- y UPD, cuyo fracaso en estas elecciones hace dudar sobre su viabilidad y ya ha sufrido el abandono de algún dirigente. En Madrid, además, IU ha sufrido la escisión de un sector encabezado por Tania Sánchez y otra candidata, Esperanza Aguirre, se ha atrevido a desafiar a la dirección del PP.

En Catalunya, donde hay que añadir la variable del procés, el panorama es equiparable. Nuevos partidos, incremento de la disidencia interna y nuevas alianzas. En este sentido cabe interpretar la implosión del espacio socialista y el surgimiento de MES y Avancem, los pactos preelectorales de geometría variable cara a las municipales, la salida de Raül Romeva de ICV o los continuos desencuentros entre CDC y UDC, que parece ser ya ha registrado su plataforma Construïm como partido. La gran incertidumbre ambiental nos lleva a un escenario muy abierto donde surgen partidos, se ve activado el faccionalismo interno, hay escisiones y se concretan inéditas alianzas. Queda por ver cómo lo encajarán los electores y si ello alterará el sistema de partidos. De momento, el test andaluz apunta a que hay cambio, pero poco.