Al contrataque

Siempre falta alguien

Cuando estoy con una persona querida, no falta nadie. Y cuando estoy sola, hay mucha gente

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MILENA BUSQUETS

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El lunes se falló el Premio Herralde de novela y por la noche, como cada año desde hace 35, tuvo lugar la fiesta de celebración. Las fiestas del Premio Herralde siguen siendo las mejores fiestas literarias de la ciudad porque solo pretenden ser eso, una fiesta (las cosas se fastidian siempre cuando pretenden ser más de lo que son, o menos).

No había políticos, los ha habido algún año pero supongo que desde que se han convertido en el mayor espectáculo del mundo racionan sus salidas y ya no necesitan fingir un interés por la cultura que todo el mundo sabe que no sienten. No había, o no me pareció que hubiese, gente intentando medrar o figurar, o haciendo negocios o contactos. Éramos solo unos cuantos individuos muy distintos entre nosotros, con ganas de pasarlo bien y con un único nexo de unión: la pasión por los libros. No es una pasión trivial, ninguna pasión lo es, y he amado a gente a la que detestaba solo por cómo hablaban de una novela o de un poema. Si deseas conocer de veras a alguien, hazle hablar de su libro favorito, o hazle jugar una partida de póquer, o emborráchalo.

Jorge Herralde, la estrella

Con el genial Sergi Pàmies, que es una de esas personas que siempre te hacen sentir a salvo cuando estás a su lado, hablamos de las mujeres y de los hombres lánguidos y de lo poco que nos interesan. Nuestro jefe, Jorge Herralde, la verdadera estrella de todas las fiestas, se dejaba fotografiar amablemente mientras sentado en una banqueta sostenía con delicadeza un bastón, que es el objeto más bello, elegante y digno con el que uno se puede desplazar (si fuese riquísima, jamás me compraría coches de carreras, coleccionaría bastones).

Y Eduardo Mendoza parecía (siempre lo parece) un personaje de En busca del tiempo perdido. Y la grandísima Cristina Fernández Cubas sigue teniendo la risa más bonita de todas las risas. Y Guillem Gisbert de Manel demostró una vez más que las estrellas de rock son mucho más humildes que los escritores. Carlo Feltrinelli, de la editorial Feltrinelli, y Frank Wegner, de la alemana Suhrkamp, probaban que aunque tal vez Barcelona ya no sea la capital editorial de España, Anagrama sí sigue siéndolo.

Allí estaban algunos de mis periodistas y agentes y escritores y editores y amigos favoritos. Y sin embargo, faltaba alguien. Siempre, en todas las fiestas, falta alguien. Tal vez por eso no me gustan las fiestas. Cuando estoy con una persona querida, no falta nadie. Y cuando estoy sola, hay mucha gente.

Pero en todas las fiestas del mundo, en todos los carnavales, en cada calle atestada y en cada museo y en cada librería y en cada platea de teatro y en cada reunión de más de dos personas, siempre falta alguien. Tú.