Shakespeare: la tormenta perfecta

JOSEP MARIA POU

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Es posible que al leer el título de la columna de hoy, algunos de ustedes, sobretodo aquellos que la siguen de manera habitual, caigan en la tentación de pensar (e incluso, decir en voz alta y a buen volumen) que soy un pesado, que me repito, que soy hombre de un solo tema, que ya está bien de Shakespeare y que hay más colores en el arco iris. Tienen razón. Y están en su derecho. Pero me da igual. Acepto exabruptos y deserciones, si las hubiera. Acepto cilicios y aplasta pulgares, insultos y crucifixiones, castigos y disciplinas, si vienen todas a causa de Shakespeare. ¡Bendita causa! Digo más, si llegara Mefistófeles con su oferta bajo el brazo («Tu alma a cambio de ver Shakespeare, leer Shakespeare, cantar Shakespeare, contar Shakespeare, hacer Shakespeare, vivir Shakespare lo que te queda de vida»), mi alma le vendería. O sea, que enfilo por Shakespeare y pongo la directa.

Pocas veces ha habido tanto Shakespeare por estos lares. Pocas veces se ha podido disfrutar de tanto Shakespare de manera tan continuada, de tanto Shakespare en tan poco tiempo. Esta misma semana, sin ir más lejos, dos Shakespeare de órdago: My perfect mind, en el Lliure de Montjuïc, donde Edward Petherbridge (¡Gracias, Sire!), un actor genial, de la estirpe de los más grandes, tejía y destejía sus particulares variaciones sobre Lear,  y El somni d'una nit d'estiu en el TNC, un espectáculo de Joan Ollé con muchos aciertos, siendo los mayores la versión de Joan Sellent que suena a gloria (o a Mozart, que para el caso es lo mismo) y el Puck de  Pau Vinyals, un actor insultantemente joven y sobradamente preparado. Consejo: vayan con tiempo para disfrutar, en el vestíbulo, de la exposición Shakespeare a Catalunya, una gozada.

Pero es que, además, en la Biblioteca de Catalunya, donde estuvo hasta hace poco un Festival Shakespeare de amplia oferta, se puede ver ahora Timó d'Atenes, montaje de David Selvas con el Julio Manrique más capaz y más completo. Y en Girona (Temporada Alta), este fin de semana, el polémico (y grande) Romeo Castelluci ofrece sus «trozos» elegidos de Julio César.  Y hasta hace dos semanas Enric V agotó las localidades todos los días en el Lliure de Gràcia. Y ya falta poco para que Núria Espert y Lluís Pasqual desvelen su Rei Lear de acontecimiento.

Pocas temporadas tan bendecidas de Shakespare como esta. Y que no falte. Digamos, pues, a coro: el Shakespeare nuestro de cada día, dánosle hoy…