"Aquest Sergi Roberto..."

Rafinha se abraza a Sergi Roberto después de marcar el 0-2 al Sporting gracias a un gran centro del lateral.

Rafinha se abraza a Sergi Roberto después de marcar el 0-2 al Sporting gracias a un gran centro del lateral. / periodico

DAVID TORRAS

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Hubo un momento en que Sergi Roberto estaba en la puerta de salida, listo para ser facturado a cualquier sitio con la misma etiqueta en la maleta que ha acompañado a tantos otros canteranos y que suele ser papel mojado: ‘Opción de recompra’. En el fondo, irse para no volver. Hubo un momento en que (casi) todo el mundo estaba cansado de Sergi Roberto, por muy buen chico que fuera o precisamente porque era demasiado buen chico, sentenciado por la crudeza de los culés cuando ponen la cruz a alguno de los suyos.

Esa bipolaridad que lleva a pasar de querer meterle en el equipo a toda prisa a sucumbir a la impaciencia de toda la vida. ‘Aquest Sergi Roberto...’, se decía arrugando la nariz sin que hiciera falta acabar la frase para saber lo que venía, una condena, en un gesto repetido con un sinfín de promesas, engullidas por la falta de oportunidades, la debilidades propias, la mala suerte... Cada historia perdida de chicos que parecían destinados a comerse el Camp Nou es un mundo.

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La de Sergi Roberto iba por este camino. Llevaba mucho tiempo esperando este momento, tanto que a punto estuvo de quedarse a medias cuando más cerca estaba. Su debut queda lejísimos para alguien que parece que acaba de explotar y al que hace ya cinco años Pep Guardiola dio la bendición: «Sergi Roberto es un jugador a seguir en los próximos años. Cuando explote se sorprenderán mucho con él», dijo quien le utilizó para lanzar un mensaje en un escenario muy especial.

En el Bernabéu, al día siguiente de tratar a Mourinho como el «puto amo», en medio de la exhibición en el campo (0-2), en el minuto 89 apareció el chico de Reus, convertido en un símbolo de la cantera. Señalado para llegar, aquel debut se interpretó como la confirmación de lo que en el fútbol base se daba por hecho.

Pero el ascenso no pasó de ahí, y ni Tito ni Tata le pusieron en su lista de preferidos. Más bien al contrario. Y Sergi Roberto cayó en ese peligroso terreno donde es fácil resignarse y dejarse ir. Ante el dilema de buscarse la vida fuera o quedarse a esperar, eligió seguir, en una decisión que no todo el mundo interpreta bien. La frontera entre el conformismo de vivir a cobijo del Barça y el amor propio de no darse por vencido no es siempre fácil de distinguir desde fuera.

Al final, se ha impuesto sobre todas esas voces, el lado oscuro del Camp Nou, y  lo ha hecho por un camino que nunca imaginó: el lateral derecho. Se lo ha ganado él solo, pero ha sido Luis Enrique quien le ha ayudado a dar ese paso, y abrirle una puerta cuando hace tiempo que otros ya le habían abierto la de salida. Es mérito de los dos. Y un mensaje para los culés enterradores.