Peccata minuta

«Será que no les ha gustado»

JOAN OLLÉ

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Esta semana he dedicado algunos ratos a un género literario al que, hasta ahora, no había prestado mucha atención: la crítica teatral que se produce en Catalunya. Debo decir, de entrada, que he descubierto que esta se bifurca en dos claros formatos: la publicada en los diarios del país y aquella que reside en la neblina inmaterial de los blogs y las redes sociales. Dice la maldad que, de niño, nadie sueña ser crítico teatral; que eso solo llega con la edad. Mentira: hay mil opinadores que, envueltos en su semiclandestinidad, dicen la suya. Y eso tiene su parte buena, que es producir el efecto tam-tam o boca-oreja sin depender de la opinión de los profesionales (¿?) de la gacetilla apresurada. Pero, como dice Réné Girard en sus análisis sobre la vida en general y el teatro shakespeariano en particular, la mímesis lo afecta todo, y, así, los alumnos pueden nacer malformados.

¿En qué consiste la labor del periodista teatral? En muchos casos, en asistir a una rueda de prensa con respuestas tan previsibles como las preguntas y redactar (¿?) a toda leche, previa lectura en diagonal del dosier de prensa, un articulito en el que casi todos suelen coincidir en contenido y titular. Y luego viene la crítica, espacio de insulto o ditirambo -al que, salvo en casos 'top-ten', toda la prensa europea ha ido renunciando- en la que, en el poco espacio que queda tras consignar el nombre, edad, nacionalidad y estilo del autor, se formula un rotundo y caprichoso veredicto sin el más mínimo cuidado literario, basado en el gusto (¿?) personal, el grado de simpatía o antipatía hacia los creadores del espectáculo y en función de cómo les haya ido el día.

Un «despropósito»

He sabido que esta misma semana, uno que corre por ahí ha calificado de «despropósito» una obra programada y puesta en escena por dos reconocidos directores barceloneses. Felicitémonos de que no dejen entrar en los quirófanos ni pilotar aviones a entusiastas sin currículo. «Será que no les ha gustado», como dijo Gil de Biedma.

¿Quieren leer en los periódicos sobre teatro? Pues háganse con las críticas de Josep Maria de Sagarra en 'La Publicitat', o las que a lo largo de muchos años vomitó la erudita mala leche de su hijo Joan, o las de Haro Tecglen, el niño republicano. Y, ahora, sigan las del patriarca Marcos Ordóñez en 'Babelia', o las de Josep Maria Pou en estas mismas páginas, o las esporádicas apariciones de Jacinto Antón, o las del decano Benach. ¿Qué diferencia a estos señores de los antes aludidos? Pues que tienen una vida creativa y un reconocimiento ya cumplidos, que escriben, leen, viajan, viven en teatro, saben de otras cosas y no les hace falta tirarse pedos en público para intentar ser alguien.