Separar

JOSEP-MARIA URETA

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H a sido el ministro de Justicia, Rafael Catalá, el que ha pedido que se separe la actividad empresarial de la política de Rodrigo Rato, c omo indicando tres opciones: si eres político no puedes ser empresario; si eres empresario no puedes ser político; si no eres ninguna de ambas cosas, quizá no eres apto ni para la empresa ni para la política. Tremendo error que daña en sus raíces el concepto de democracia, porque su esencia es la ética en la toma de decisiones, no en la condición de partida previa.

Rato fue refundador del PP, tras Fraga, con Trillo (embajador en Londres)  Mayor Oreja (vasco resentido) y, más tarde Álvarez Cascos (otro expulsado). Juntos llevaron a Aznar al doble triunfo de 1996 y el 2000.  Pero Rato era todavía más: el enlace perfecto con las élites extractivas (o sea, sacar en beneficio propio cuanto más mejor del presupuesto público, sin riesgo alguno). El secreto de su encanto para esas élites se está desentrañando ahora: mientras autorizaba y concedía desde la Moncloa (Aznar presidente), él podía seguir manejando sus negocios familiares sin que nadie levantara la doblez. Que conste que muchas de esas operaciones  tuvieron sede y cooperación catalanas. Más de lo habitual en personajes del régimen. Y el juez no quiere separarlo. Adelante.