Sensación de desgobierno

JOAN TAPIA

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Hace más de dos años -antes de que el PP ganara las elecciones- coincidí en un entierro con un abogado inteligente, con buen bufete y que vota izquierda. Hace años su profesionalidad fue clave para resolver un delicado asunto y aunque luego le he visto poco tenemos buena relación. Inquirí sobre el momento político y me confesó: «Voy a votar a Rubalcaba porque personalmente se lo merece, pero este gobierno es insufrible. Lo han hecho muy mal, ahora vendrá Rajoy, un hombre solvente, y hará un gobierno serio. A mi no me gustarán muchas cosas pero es lo menos malo».

Le volví a encontrar hace poco, no en un entierro sino en El Mesías de La Caixa. Se acercó y me dijo: «Me he acordado mucho de nuestra conversación… me equivoqué. Era difícil pero lo están haciendo todavía peor». El lunes hice la llamada de Navidad a un amigo de preuniversitario en la Academia Peñalver, ingeniero, vive en Madrid y es voto flotante entre PP y PSOE. Le conté la conversación. Respuesta: «Es lo que nos pasa a muchos, yo los voté y…».

Y sin embargo el ministro Luis De Guindos acertó al decir en enero (pese al escepticismo general) que la economía iría de menos a más. ¿Qué pasa para que suba la sensación de desgobierno cuando la economía empieza a salir de la recesión y la prima de riesgo nos deja respirar (la media anual que saltó de 280 puntos básicos a 430 en el 2012, ha bajado a 301)?

Primero, que se sigue destruyendo empleo y que la impresión es que hemos dejado el infierno pero queda mucho purgatorio. Segundo, que mucho de la mejora se debe a Mario Draghi y el BCE y que aunque Rajoy y el equipo económico han tenido aciertos -estoy con Artur Mas en que aunque el PSOE volviera a gobernar no debería tocar la reforma laboral-la sensación es de gran descoordinación. La ausencia de vicepresidente económico es una idea brillante (de las que Rajoy acusaba a su antecesor) pues Adolfo SuárezFelipe GonzálezJosé María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero lo tuvieron. Un vicepresidente económico intenta poner orden. Impedir que en julio el ministro José Manuel Soria (con envío de una ley eléctrica al Parlamento) comprometa 3.600 millones para acotar el déficit de tarifa (un apaño) y en diciembre el ministro de Hacienda (quien paga manda) retire la cantidad por miedo a incumplir el déficit de Bruselas. Mientras Cristóbal Montoro proclama que las cuentas públicas van bien (¡las gestiona él!), Guindos le dice a Olga Grau (entrevista del domingo) que no hay disensiones en el Gobierno sobre el tema eléctrico. Y los consumidores saben inevitable otra subida de la luz en enero. ¿De cuánto?

También hay impasse en el área política. El presidente de la CEOE, Juan Rosell, avisa de que «la sociedad catalana ha llegado a un punto de crispación tremendo». Y lo terrible no es ya que Rajoy no se mueva (puede ser una política), sino que algunos ministros insultan y menosprecian y el PP vocifera. Parecen discípulos de José Millán-Astray por aquello de ¡Muera la inteligencia!

Y qué decir del registro policial en la sede del PP a cuenta de Luis Bárcenas, el tesorero que sabía hacer inversiones! O de los correos de Miguel Blesa, el amigo de Aznar, para que Caja Madrid diera créditos a constructores al borde del concurso de acreedores! O del centrista Ruiz-Gallardón diciendo que prohibe el aborto («excepto en algunas cosas») para que las mujeres ya no tengan responsabilidad penal.

Demasiados despropósitos, mucho desgobierno y bastante decepción respecto a Rajoy. Pese a su aire gris se podía esperar que fuera más liberal que Aznar y más realista que Zapatero, o sea un correcto presidente de centro-derecha. Todavía está a tiempo pero debería hacer propósito de enmienda: un cambio radical de un Gobierno gastado y desacreditado.