Musical sobre Hamilton

El señor del billete de 10 dólares

El exitoso espectáculo de Lin-Manuel Miranda es un producto genuinamente americano, pensado para un público que toma en serio a los precursores

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CARE SANTOS

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Alexander Hamilton fue uno de los llamados padres de la patria estadounidenses, además del señor que presta su rostro y sus bucles a los billetes de 10 dólares, un héroe de la guerra de la independencia americana, primer secretario del Tesoro, precursor del capitalismo y del proteccionismo estatal. A pesar de semejante currículo, pocos hablaban de él hasta que Lin-Manuel Miranda, el nuevo Rey Midas de Broadway, leyó un verano una biografía suya y decidió transformarla en musical. Se estrenó en febrero del 2015 y desde entonces no ha dejado de cosechar éxitos. Once premios Tony. Llenazos de antología. En Broadway no hay entradas hasta junio del 2018, aunque ninguna más barata de  450 dólares. En la reventa pueden alcanzar los 2.000 o más.

La cosa es, se mire por donde se mire, un atrevimiento: un personaje dieciochesco, una época de clara supremacía blanca y masculina, un contexto histórico fundacional han sido trasladados al hip-hop, con ritmos y letras vertiginosos, mucho slang, actores y actrices de todas las razas y licencias de todo tipo. Pero se trata de un espectáculo con mayúsculas, uno de los mejores de los últimos años. La obra de un genio, sin duda: lo que Miranda hace no se le habría ocurrido a nadie. Por lo menos, a nadie capaz de demostrar que es posible.

Hamilton es un producto genuinamente americano. Pensado para un público que toma en serio a los precursores, que los estudia en el colegio, que está predispuesto al patriotismo, que es capaz de reconocer una épica común (es decir, héroes y enemigos compartidos). ¿Se imaginan algo así entre nosotros? ¿Quién sería el héroe? Tal vez habría que retroceder hasta el Imperio romano. La épica requiere de un relato común. El éxito de Hamilton se debe a su excelencia, sí, pero también a la habilidad de Estados Unidos para construir su historia solo un instante antes de contársela al mundo.

El 21 de diciembre el fenómeno llegará a Londres, con entradas agotadas hasta varios meses después. Si el auténtico Hamilton despertara para verlo, creería que es una broma.