Al contrataque

Semillas

MANEL FUENTES

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El capitalismo financiero ha hecho de tripas corazón, y con ellas se mira al mundo. La tecnología ha conseguido que cada vez se necesite menos mano de obra para que el planeta funcione y la superpoblación hace que la oferta supere de mucho a la demanda. Escenario idílico para los explotadores, ya que saben que se podrá exigir más por cada vez menos. Y así los datos macroeconómicos mejoran. Momentáneamente. ¿Quién consumirá? Antes la pobreza iba asociada a la falta de trabajo. Ahora, en algunos casos, muchos siguen viviendo en ella aún teniendo un empleo, por lo escaso del salario. El goce y el lujo cada vez están reservados a más pocos. A los que viven. Cuando la mayoría sobrevive. Y así va creciendo la semilla de esta célula durmiente que acabará atentando contra la convivencia. Los sociólogos alertan de los riesgos de esta sociedad dual a la que vamos, en la que la clase media, que ahora se difumina, hacía de amortiguador.

El miedo ha sido el gran opiáceo para frenar la revolución. Y nuestra indignación, al comprobar el saqueo de lo público por exigencias de la banca, se ha quedado en incredulidad. En desconfianza, como apuntaba hace unos días el profesor José Antonio Marina. La pregunta es: ¿cómo se sustenta una sociedad polarizada que desconfía de sus mecanismos de gestión? Muchas de nuestras instituciones y sus representantes no nos merecen el crédito suficiente ni funcionan con corrección, y vemos comportamientos impropios sin castigo que nos hunden colectivamente. Y la semilla sigue creciendo cuando vemos amparo para el poderoso y el desahucio para el resto.

En manos privadas

Ya somos conscientes de que lo esencial cada vez más está en manos privadas y que no tenemos voz ni voto en los consejos de administración de lo básico. Ya sean las compañías energéticas o los bancos. Ya sabemos que el poder económico manda por encima de la política. Pese a todo, aún creíamos en algo como la democracia. Tal vez la pregunta venga antes de hora, pero: ¿qué va a pasar con un sistema donde la mayoría elige y teóricamente manda, en un mundo donde realmente manda una minoría que condiciona a los representantes de lo público? ¿Seguirá siendo la democracia una herramienta transformadora? Tal y como estamos, parece terreno abonado a los populismos más extremos, que no van a solucionar estos problemas estructurales. Pero los cantos de sirena vendrán en forma de promesas milagrosas e inmediatas. Delante de la complejidad de esta tela de araña, predicarán soluciones simples y del mismo modo que no tuvimos control ni cabeza para detectar e impedir las causas de esta rotura, el riesgo está en que tampoco lo tengamos para elegir con destreza las soluciones o en que no tengamos opción. La cohesión social y sus mecanismos están en jaque.