MIRADOR

Sembrar vientos, recoger tempestades

Los que llevan años diciendo que se van a saltar la ley española no pueden sorprenderse ante el radicalismo de la CUP

Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, tras una reunión en el Parlament.

Carles Puigdemont y Oriol Junqueras, tras una reunión en el Parlament. / periodico

JOAQUIM COLL

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Anda el nacionalismo conservador desconcertado, indignado, lamiéndose las heridas. Sus medios de comunicación afines profieren sonoras descalificaciones contra la CUP y sus representantes. Ahora constatan que no valió la pena entregar la cabeza de Artur Mas a unos anticapitalistas siempre insaciables para salvar un "procés" que ya dan por finiquitado en su fase actual. Los cuperos no solo se niegan a condenar la violencia, mientras acusan a los Mossos de actuar de forma desproporcionada en el barrio de Gràcia, sino que consideran también 'okupables' las segundas residencias en función de cada caso. Para la intelectualidad nacionalista, que soñaba con la revolución independentista de las sonrisas y las corbatas, un fantasma recorre de nuevo Catalunya: el anarco-comunismo que amenaza también con requisarles sus chalets en la Cerdanya. "Definitivamente, en este país hemos perdido el rumbo", exclamaba Josep Cuní en 8TV el mismo día que los anticapitalistas presentaban su enmienda a la totalidad de los presupuestos del Govern. El 'star system' soberanista, que vio en Mas el líder natural hacia la secesión indolora, anda airado y reprocha a JxSí, particularmente a los republicanos, una excesiva disposición a arrodillarse ante las exigencias de la CUP. Las cuentas del 2016 pueden ser la puntilla.

"La historia no se repite, pero rima", decía Mark Twain. Los sectores conservadores agitan el espectro de los años 30, con la substancial diferencia de que ahora incluso los líderes cuperos son en muchos casos multipropietarios. En el fondo, todos saben que es un tigre de papel. Nuestros simpáticos antisistema, con su gran abanico de camisetas, son el resultado de diversas generaciones educadas en la mezcla de nacionalismo, hispanofobia y extrema izquierda. Como cualquier otro populismo proponen una gran esperanza. En su caso, la independencia para cambiarlo todo. El nacionalismo conservador los acunó, ya en tiempos del pujolismo, y ahora se siente víctima de la 'batasunización' de Catalunya. El 'conseller' Santi Vila en su libro 'Un moment fundacional' (2016), explica que el "procés" hubiera sido impensable sin la crisis. La secesión fue el relato que CiU y Mas promovieron para "generar un contexto de esperanza" con el objetivo de tapar la cruda realidad de los recortes en sanidad, educación y políticas sociales.

Los que llevan años diciendo que se van a saltar la ley española, promueven la secesión y propugnan la desconexión, no pueden sorprenderse ante el radicalismo de la CUP. Si legitimas un proceso de insurrección civil e institucional que culmine en un golpe contra el Estado de derecho y la democracia, no te puedes quejar de que tus compañeros de viaje pretendan ir más allá, dar otra vuelta de tuerca y hacer su revolución. El nacionalismo conservador recoge ahora las tempestades que ha sembrado.