Pequeño observatorio

La seducción de las pequeñas cosas

He sido un captador de instantáneas sin ninguna trascendencia, un curioso de hechos cotidianos

Dos hindús se bañan en las ocntmainadas aguas del río Ganges para lavar sus pecados.

Dos hindús se bañan en las ocntmainadas aguas del río Ganges para lavar sus pecados. / periodico

JOSEP MARIA ESPINÀS

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

No me extrañará nada que el lector se sorprenda si le digo, en esta columna, que hace años me dieron un premio de fotografía. No participé en ningún concurso, no se me habría ocurrido nunca. Es cierto que en la mayoría de mis viajes a pie llevaba una máquina, pero a menudo me olvidaba de ella. Un fotógrafo cabal habría buscado paisajes bonitos o personajes curiosos y pintorescos. Después de todo, tras haber encontrado a alguien que me interesaba, la conversación adquiría el carácter, para mí, de un pequeño y maravilloso hallazgo, como un hilo que se va alargando sin necesidad de tirar de él.

Sí, me dieron un diploma en 1971 por mi «aportación fotográfica» en un concurso de fotografías sobre el Lejano Oriente. Lo habían organizado los consulados de la India, Japón, Pakistán y Tailandia, con el patrocinio del Ayuntamiento de Barcelona. Mis fotos no estaban pensadas para que fueran bonitas, ni de calidad. Eran fotos no preparadas, fotos nacidas de una mirada rápida, de la visión fugaz de un hombre muy delgado y reseco que arrastraba pesadamente un carrito lleno de sandías...

De hecho, y lo pienso ahora, he sido captador de instantáneas que no tenían ninguna trascendencia, de hechos cotidianos que se presentan modestamente a la curiosidad de alguien. Es posible que aquellas fotos, nada preparadas, persiguieran, inconscientemente, lo que uno se encontraba sin esperarlo. Todos los monumentos, los grandes paisajes... todo lo que es espectacular ya tiene admiradores, y me parece muy bien. Pero a lo largo de la vida he sido un mal contemplador de las grandezas, y en cambio me he encontrado seducido por lo que algunos llaman insignificancias y que, para mí, a menudo han sido unas inevitables tentaciones.

El Ganges es un río magnífico, pero yo contemplaba a unos hindús impávidos que quemaban a sus difuntos o los envolvían, atados con cordeles, y los enviaban a navegar plácidamente río abajo.