Peccata minuta

Se acabó lo que se daba

JOAN OLLÉ

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Antes me dormía con Pla, Le Carré o Cortázar; ahora lo hago con el gran Pere Escobar y su programa de deportes El club de la

mitjanit, en Catalunya Ràdio a las once menos cinco, justo después de que una voz balear nos deje la líbido tirada por los suelos. Debo decir que si Pere presentase un concurso o un programa de autoayuda también le seguiría porque es un  encanto de persona. Estos días en su programa solo se habla de las próximas elecciones para presidir el més que un club, y a todos los candidatos les llaman señor: el señor tal, el señor cual. La jerarquía queda clara: a los jugadores y entrenadores, de tú, y a los de la directiva de vuecencia.

Me extraña que estos comicios no se hayan contagiado de las últimas municipales, ya que todos los candidatos son de la casta blaugrana, sin ninguna opción alternativa, Barça en comú, por ejemplo. Y es una lástima,  porque la campaña pudiera haber sido mucho más animada. ¿Se imaginan ustedes que el próximo presidente o presidenta decidiese bajar radicalmente todos los sueldos y prebendas, retirar la flota de los coches oficiales y dejar colar -a lo Colau- a los que no puedan pagar el carnet? Otra promesa electoral viable sería quitar uno o dos ceros al precio del posible nuevo fichaje, o venderse el tridente y, con lo recaudado, eliminar el hambre y la falta de techo en Barcelona durante algunos años. O ceder el césped en verano para que puedan solazarse en él los que no hayan podido ir  de vacaciones;  o renunciar a jugar la Copa del Rey, pero seguir silbando el himno;  o que no se emitan los partidos por televisión, programándose en su lugar interesantes documentales sobre la lucha de clases;  o empezar la temporada construyendo entre todos los aficionados, cada uno con su cartoncito, una enorme pancarta que diga: "Catar, se acabó lo que se daba".

No, no tendría ningún sentido, porque el Barça, como todo el mundo sabe, genera muchísimo  dinero, y una parte de él alimenta las arcas barcelonesas y catalanas. No, nunca silbaremos el himno de los grandes negocios del Barça y de su junta, porque es un símbolo de identidad catalana que atraviesa fronteras y alimenta la ilusión de los niños de medio mundo -sobre todo del tercero-, que lucen la camiseta de Messi o de Neymar  convencidos de tener algunos héroes y un día ser como ellos, con sus bellísimas novias, sus coches de lujo y sus mansiones.

Siempre Canaletes

El Barça es de todos, pero solo 180.000 socios podrán depositar su papeleta en la urna. Confiemos en su criterio para que siga siendo lo más de lo más, que no paren las Copas, las Ligas, las Champions, las rúas y sigamos celebrándolas con cánticos y banderas en Canaletes, histórico lugar de manifestaciones contra lo que no gustaba.