Los jueves, economía

Sant Jordi y el dragón

Habrá que ver si Mario Draghi gana la batalla al monstruo deflacionario con su expansión monetaria

JOSEP OLIVER ALONSO

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La preocupante tendencia a la baja de los mercados estas primeras semanas de enero refleja, aparentemente, la muy negativa dinámica de la cotización del petróleo. Si este se recupera un tanto, como sucedió hace un par de días, las bolsas respiran; y si continúa su inexorable caída, pues nuevas contracciones bursátiles.

¿Qué subyace a esta evolución del precio? Existen diversas razones que pueden explicarlo, aunque ninguna es plenamente satisfactoria. Hay quienes postulan que la causa fundamental es un exceso de oferta, apuntando al aumento de producción del 'shale gas' en EEUU, a la que hay que añadir la esperada entrada del petróleo iraní en los mercados, y la dura respuesta de la OPEP, liderada por Arabia Saudí. Por otro lado, están los que defienden que el problema radica en la incapacidad de la demanda, reducida por la frenada de los países emergentes y, muy particularmente, de China, que reflejaría el final del largo ciclo expansivo de precios de las primeras materias.

Pero sea cual a la responsabilidad de la oferta o la demanda, lo relevante son las consecuencias del colapso de esos precios. Por una parte, y de forma directa, provocan un hundimiento de las cotizaciones en bolsa de las compañías energéticas, y de la banca a ellas vinculadas a través de créditos y participaciones, y el dramático recorte de las inversiones previstas, con sus negativos efectos sobre el crecimiento. Por la otra, y ello es hoy más sustancial, por su impacto en la dinámica de los precios.

La reducción del avance del IPC

Es cierto que la inflación importante es la que se obtiene sustrayendo del IPC general lo evolución de los precios de los productos más volátiles, es decir, alimentos y energía. Por tanto, desde este punto de vista, parecería que la reducción del avance del IPC, o incluso su contracción, no debería ser objeto de especial preocupación. No obstante, como señala el BCE, además del impacto directo sobre el IPC a través del componente energético de la cesta de la compra, existen los efectos de segunda ronda. Son los que se producen como resultado de la caída de los costes de la energía que se trasladan a los precios de bienes y servicios no energéticos. Se trata de un input presente en todos los procesos productivos, de forma que la reducción de su cotización acaba inevitablemente trasladándose a los precios de los bienes y servicios que la incorporan, reduciendo su avance. Y, con ello, contribuye a que la inflación subyacente presente ritmos de avance muy modestos o, incluso, negativos.

Es esta dinámica la que tiene acongojados a los banqueros centrales del planeta, como se ha visto en el Foro de Davos. Y explica las posiciones de destacados economistas, como James Bullard, presidente de la Reserva Federal de Saint Louis, que implícitamente consideran que Janet Yellen se precipitó al elevar los tipos de interés en diciembre. También es el argumento del Banco de Inglaterra para no elevar ahora el precio del dinero: para Kristin Forbes, una importante economista del banco, aunque la tasa de paro se ha reducido de forma drástica, la presión de los salarios sobre los precios es, simplemente, inexistente. Y este contexto ayuda a entender también la presión sobre Haruhiko Kuroda, gobernador del Banco del Japón, al que se demanda más madera, es decir, más expansión monetaria.

El exceso de inversión en China

Por estos pagos las cosas no son distintas. La ausencia de nuevas medidas expansivas por parte del BCE la pasada semana se compensó con el anuncio de Mario Draghi de que, si fuera necesario, se adoptarían en marzo, una vez conocidas las perspectivas de inflación del BCE. Pero el consenso existente descuenta un empeoramiento en la lenta recuperación del crecimiento del IPC del área hacia el 2% deseado por el BCE.

Además, no puede olvidarse que tras la caída de la cotización del crudo subyace el exceso de inversión en China y su traducción en una sobreproducción que presiona a la baja precios y costes de las producciones manufactureras globales. En cierto sentido, caída de la cotización del petróleo y sobreinversión y exceso de capacidad productiva son dos caras de la misma moneda. Y ambas apuntan a que el espectro de la deflación va agigantándose, amenazando en mutarse en peligroso dragón.

Cierto que frente al mismo, en el área del euro tenemos nuestro particular Sant Jordi. Se trata de Mario Draghi, del SuperMario que ya salvó la divisa común en septiembre del 2012 y que, desde el pasado febrero, está combatiendo aquel monstruo a través de su programa de expansión monetaria. Pero el dragón deflacionario continúa ganando envergadura y haciéndose más y más fuerte. Y frente al mismo, habrá que ver si nuestro particular San Jorge acaba ganando la partida. Atentos a esta batalla. Nos va el futuro en ello.