IDEAS

El derbi fútbol-Sant Jordi

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MIQUI OTERO

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Dijo Tom Wolfe que los escritores son aquellos que en el patio del colegio preferían mirar cómo el resto jugaba (y vivía) más que jugar (o vivir) ellos. 

Recuerden la mecánica darwinista de elección de jugadores para un partido escolar: dos capitanes eligen por turnos a los integrantes de su equipo. Los menos duchos se retuercen en el paredón ronda tras ronda mientras rezan abrigando la esperanza de que otro sea el último.

Sant Jordi calca ese ritual, con sus autores en fila sometiéndose al escrutinio popular, pero algunos estamos vacunados. Yo arrostré mi primera firma de Sant Jordi con cierto espíritu olímpico, como si me preparara para el Camino de Santiago. Dedicaba los albaranes que firmaba en el quicio de la puerta y escrutaba el gesto de la cajera después de haberle escrito en el tíquet: "Espero que esta lista de la compra te encienda. Con cariño, M". Compré una muñequera en el Decathlon e imitaba al Alain Delon de 'Plein Soleil', que sofisticaba su firma durante horas.

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Cuando llegué al Fnac La Illa, ese Waterloo de mis anhelos, un 23 de abril del 2010, se arruinaron mis delirios de daiquiri de fresa y sillón de mimbre Emmanuelle. Quiso el destino que me flanquearan Albert Espinosa, al que esperaban hordas de concierto de Kiss, y Albert Casals, también con una cola tamaño Nilo. Yo bastoneaba con el bolígrafo cual 'majorette' sureña, cuando Casals me dedicó su sonrisa franca: "Mira, esto..., se me ha acabado la tinta del bolígrafo. ¿No tendrás uno?". Desarmado como un cantor castrato, resistí otros 50 minutos.

Desde entonces, he firmado cada vez más y me he educado en las lógicas del comercio: dilatar las dedicatorias cuando hay poca gente y acelerar cuando más lectores esperan. He aplicado técnicas de escritura a mis horarios de firmas: el protagonista debe llegar tarde a la escena e irse pronto. He vivido grandes momentos con lectores. Pero sé que muchos autores se sienten como en ese patio de colegio. Esta vez calentarán banquillo en las horas previas al derbi, cuando el Madrid-Barça barra el espejismo de un día en realidad feliz y ellos vuelvan a ver cómo los más populares juegan.