TRIBUNA

La profesión de caballero

Eduardo mendoza, en el Paraninfo de la universidad de Alcalá de Henares

Eduardo mendoza, en el Paraninfo de la universidad de Alcalá de Henares / periodico

JAVIER PÉREZ ANDÚJAR

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Al 'Quijote' le pasa como a la Biblia, que es un libro de libros. Contiene relatos, cartas, discursos... El de la edad de oro es el más célebre y lo da don Quijote ante unos cabreros. No quiero decir que los asistentes el jueves pasado a la entrega del premio Cervantes fuesen, fuésemos, unos cabreros, Dios me libre; aunque tampoco hay nada de malo en serlo, y si no que se lo cuenten al Cabrero, que ha cantado a Borges por fandangos. Lo que pretendía explicar es que el discurso de Eduardo Mendoza en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, al igual que el escrito por Cervantes, tenía un profundo carácter ovidiano, pues Mendoza resumió las lecturas que ha hecho del 'Quijote', a lo largo de su vida, en cuatro ocasiones que se corresponden con las cuatro edades del hombre que Ovidio refirió en 'Las metamorfosis'.

Como Eduardo Mendoza es un rebelde, su discurso resultó tan corto y toda la ceremonia apenas pasó de una hora. La rebeldía de Mendoza tiene, por supuesto, mucho de quijotesca. Al igual que don Quijote, Eduardo Mendoza es un hombre respetuoso con el orden, que detesta la injusticia y, aún más, no soporta lo aburrido. Semejante carácter convierte a cualquiera en subversivo. Así, Mendoza salió al rescate del Quijote, y elegantemente, indignadamente y melancólicamente, recordó que durante largo tiempo este libro vivió secuestrado por una sociedad, una cultura insoportables, que lo desvirtuaban. A la vez que avanzaba en el discurso, Eduardo Mendoza iba devolviendo el 'Quijote' a la vida privada de cada cual.

Su editora, Elena Ramírez, le escuchaba absorta. Bajo los pies de Mendoza, pues habló subido a una cátedra plateresca, dos maceros custodiaban la historia del lugar con sus respectivas mazas, y plumas en las gorras de terciopelo. Eran dos policías municipales, a quienes les había tocado este servicio. Y es normal que lo hagan los municipales, pues antiguamente se encargaban los alguaciles. Uno de ellos se partía el pecho cuando Mendoza contó una anécdota de Nueva York, pero se tuvo que aguantar la risa. En Eduardo Mendoza, y en Cervantes, el humor es una forma de modestia.

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Citó a Marsé y rindió agradecido homenaje al poeta Pere Gimferrer, que estaba presente, y a la desparecida agente Carmen Balcells (allí se encontraba su hijo, Luis Miguel Palomares). También reflexionó sobre lo frágiles que somos, y entonces explicó cómo, al releer el 'Quijote' para vislumbrar de qué modo este libro le hizo escritor, le pareció que el causante podría haber sido don Quijote en persona. No es que el personaje exista de verdad, pero aun así lo que le ocurrió a don Quijote le puede pasar a cualquiera, de una manera u otra.

Eduardo Mendoza vive a caballo (es un caballero) entre España e Inglaterra, y también entre Cervantes y Dickens. El Eduardo Mendoza con residencia en Londres lleva barba mediterránea y el Eduardo Mendoza de Barcelona lleva bigote británico. Fue este último el que leyó el discurso, y lo hizo con un estiloso chaqué confeccionado a medida en una sastrería barcelonesa.

Representando a la Generalitat, asistió el 'conseller' de Cultura Santi Vila, y en representación municipal acudieron en pleno las autoridades de... Alcalá de Henares. Tras finalizar el discurso, todo el mundo se puso en pie para ovacionar al galardonado con admiración, y Pere Gimferrer, con su sombrero, su gabardina, su paraguas, una bolsa de plástico de la editorial donde llevaba enseres personales, le miraba con los ojos "húmedos al alba, aún bajo el estaño de la noche encendida".