IDEAS

Sagarra y su tiempo

JORDI PUNTÍ

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Mary Ann Newman, la traductora y catalanófila de Nueva York, pasó por Barcelona y lo aprovechó para presentar su traducción al inglés de 'Vida privada', de Josep M. de Sagarra. Hace unos días, pues, en la sede del Institut Ramon Llull, su director Àlex Susanna contó que esta 'Private life', publicada por Archipelago Books, hace compañía a otros clásicos catalanes versionados al inglés como Pla, Rodoreda, Sales o Raimon Casellas. Luego Mita Casacuberta, Perico Pastor y la propia Mary Ann Newman leyeron varios fragmentos páginas de la novela de Sagarra, en catalán y en inglés, y contaron por qué los habían elegido. La conversación fluyó entre elogios y apuntes sabios. Tanto fijaban el contexto social de la novela, que no deja títere con cabeza, como discutían los odios y amores que implica traducir un texto tan espléndido. La cubierta de la edición americana, ilustrada con un cuadro de Ramon Casas quizá muy lánguido, les llevaba a discutir qué estética le va mejor a la atmósfera de 'Vida privada'. ¿La concupiscencia de Grosz? ¿La rechifla de Xavier Nogués?

Oyéndolos hablar y leer la prosa de Sagarra, me di cuenta de que pasan las décadas y su verbo fácil, rico y exuberante, una fiesta en cada frase, no ha perdido ni una gota de color. Al contrario. A veces la frescura de otra lengua te abre nuevas perspectivas y mientras Mary Ann Newman leía su versión en inglés, de una competencia deslumbrante, fui más consciente de la conexión urbana de 'Vida privada' con la literatura de su tiempo. Sagarra la publicó en 1932. Dos años antes, Noel Coward estrenó en Londres su 'Vidas privadas', una comedia sobre los líos amorosos de la alta sociedad (la coincidencia en el título quizá no sea casual). En 'Berlin Alexanderplatz', de 1929, Alfred Döblin nos instalaba en el submundo de la ciudad a través de un antiguo presidiario de la clase obrera. En 'Relato soñado', de 1925, Arthur Schnitzler exploraba la atracción del abismo sexual en la Viena de las clases pudientes... Me pregunto si este universo compartido y cosmopolita es la clave para que por fin Sagarra haya cruzado el Atlántico.

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