¿Sabrán hacerlo?

Miles de personas se congregaron en el paseo de Gràcia durante la cadena humana multitudinaria de la Diada del 2013.

Miles de personas se congregaron en el paseo de Gràcia durante la cadena humana multitudinaria de la Diada del 2013. / JL/tg/seb

Joan Ferran

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Una vez más el gobierno de Mariano Rajoy se equivoca de lleno. Parece como si no supiera escuchar la voz del viento, parece como si no supiera leer. Da igual si los que protagonizaron la cadena humana del día 11 eran cuatrocientos mil, o un millón. La movida ha sido de tal magnitud que este aspecto se convierte en secundario. Lo cierto es que la gente obvió la dinámica habitual de una diada festiva y optó por acudir a una movilización reivindicativa. La negación de esta evidencia desde el gobierno central es un síntoma, no solo de miopía política, sino también un mal augurio para la ciudadanía. Probablemente el denominador común de los miles de catalanes que participaron en la Vía no vaya más allá de un enojo difuso y transversal contra un montón de situaciones decepcionantes y frustrantes: la crisis, el paro, la corrupción, los recortes o las gamberradas que sueltan algunos... ¡Cuidado! No quiero minimizar nada. Todo esto guarnecido con la vistosidad de las banderas o el discurso que predica la medicina mágica que nos curará todos nuestros males. Sí, el anuncio de una hipotética independencia construida sobre el simbolismo recreado en el Born ha hecho, y hace, mella entre una ciudadanía ávida de resultados tangibles. Las cosas son así. Miles de catalanes se han movido con 'estelades' en las manos a pesar de no saber ni sospechar qué pasará el día después, ni qué caminos emprenderán los responsables políticos del país. Emotivo día para muchos, preocupante para otros y preludio de un tiempo que se divisa monotemático políticamente hablando. 

Así las cosas tanto el gobierno español como el catalán tienen una patata caliente encima la mesa de difícil digestión. A pesar de todo, si imperase el reino de la razón, una salida satisfactoria podría venir facilitada por la aplicación del artículo 122 del Estatut que permite organizar consultas en el ámbito de las competencias de la Generalitat con la autorización del Consejo de Ministros. Ahora bien, la cuestión más delicada reside alrededor del carácter de la pregunta. Sobre su constitucionalidad (problema del PP) o sobre la naturaleza decisoria (problema de CiU). Ambos presidentes de gobierno se encuentran hoy ante una duda casi hamletiana. Mas sobrevive cautivo bajo la presión de Junqueras y las requisitorias de Forcadell. Creo, sinceramente, que al presidente le gustaría liberarse de esta carga. ¿Cómo? Si Mas llega a un acuerdo con Mariano Rajoy podrá jactarse de haber hecho entrar en razón al nacionalismo español más rancio. Esta circunstancia le permitiría entrelazar su discurso desde una posición dominante con el del PSCICV UDC construyendo un muro de contención ante el expansionismo del radicalismo republicano

¿Qué ganaría Rajoy con esta apuesta no exenta de peligros? Pues cortar el conflicto, ahorrarse unas elecciones plebiscitarias, aparecer como aperturista y ganar tiempo --como Mas-- esperando brotes verdes en el terreno de la economía. Hoy muchas tertulias y editoriales de diario afirman que ha llegado la hora de la política con mayúsculas.

¿Será verdad? ¿Sabrán hacerlo?

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