La evolución del coloso del Este

Rusia, el tiempo no pasa en balde

Putin hizo del país una petropotencia, barrió a los oligarcas e impulsó una clase media adinerada

Rusia, el tiempo no pasa en balde_MEDIA_3

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FRANCESC VEIGA

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La pérdida de votos que ha experimentado Rusia Unida en las recientes elecciones, y las protestas callejeras que han seguido después (en menor medida) evidencian que un porcentaje creciente de rusos piensa abiertamente que su país necesita una mano de pintura. Eso resulta evidente para cualquier occidental que viaje a Rusia, en general, y a Moscú, en particular: miles de coches rutilantes de gama alta circulando por unas calzadas que necesitan de mejor conservación; pijería local de calañas diversas arracimada en las escasas cafeterías capaces de responder a sus expectativas de consumo. Y abajo, en el metro, tristón y no siempre bien iluminado, la imagen de la perpetua infelicidad desplazándose de aquí para allá: público mortecino y hosco vestido con ropa de hace años. Es la viva imagen que ofrecía el filmMetrópolis, deFritz Lang,allá por 1927: los trabajadores en el subsuelo y los ricos explotadores en la superficie. De un lado: ¿cómo se puede disfrutar de la propia riqueza en un entorno empobrecido y tristón? Del otro: en tiempos de la Unión Soviética, quizá valía la pena defender un modo de vida sobrio, que era el sustento de una ideología pretendidamente mesiánica, de alcance universal. Pero ahora, las propias privaciones solo parecen sustentar el coste de la vida absurdamente caro, que es el que genera la nueva clase media rusa.

En su momento,Putinfue una opción válida para muchos rusos. Sacó al país del charco en el que lo había dejadoBoris Yeltsin,un personaje que muy pocos recuerdan con cariño. Es evidente que eso hizo aPutin antipático a ojos de los occidentales. Pero daba igual: los rusos que apoyaban al duro presidente, sobrio y de mirada acerada, se sintieron satisfechos con recordar a los occidentales que se habían percatado de cuán interesada era su supuesta amistad. Mientras tanto,Putinhizo de Rusia una petropotencia, barrió a los oligarcas -que tantos favores hicieron a sus amigos occidentales- y sobre la base de una economía estable, impulsó una clase media adinerada.

Pero el tiempo no pasa en balde. Ha transcurrido más de una década y los nuevos ricos han crecido como champiñones sobre las calzadas mal asfaltadas. Rusia sigue necesitando una mano de pintura. Ahora, hasta los vecinos de Oriente, los chinos, a menudo menospreciados, le han pasado por delante a Rusia, con sus rascacielos y sus miles de multimillonarios. Sin necesidad de terapias de choque capitalistas, sin presidentes lamentables comoYeltsiny, sobre todo, sin abandonar el régimen comunista, sin abjurar de su estatus de gran potencia ni por un momento, China tiene pillados incluso a los americanos. De hecho, el equilibrio del sistema capitalista mundial reposa, al menos en parte, en una potencia comunista; qué gran paradoja.

Los chinos le han puesto inventiva a su transición, y eso es lo que falta en Rusia. Y ahoraPutinpretende seguir dando más de lo mismo: regresar a la presidencia y regalar al país otra década de patriotismo sin alegría. El problema es de falta de imaginación, de aburrimiento. Y eso, hoy en día, se penaliza y mucho en todo el mundo desarrollado. Los déficits de imaginación suponen falta de credibilidad, y esa es una de las razones de queMerkelySarkozy, por ejemplo, no convenzan fuera de sus países respectivos, como tampoco dentro de ellos. Pero, lógicamente,Putincuenta todavía con bazas importantes. Una es la seguridad y estabilidad del sistema, lo cual hace que una proporción suficiente de rusos -muchos de ellos jóvenes-confíen en él para terminar encaramándose en las filas de la nueva clase media. Y Europa, a pesar de sus protestas hipócritas, sabe que necesita el gas ruso y ahora, también, el apuntalamiento financiero que Rusia puede dar al euro.

En medio de esa situación, desde el otro lado del Atlántico, al histérico senadorJohn McCainle ha dado por advertir aPutin,por enésima vez, de que le está creciendo unaprimavera árabe en pleno Moscú. O unarevolución de colores, como aquellas que el mismo senador republicano ayudó a poner en marcha entre el 2003 y el 2005. Y, de nuevo, vuelve a hablarse del poder de las redes sociales y toda esa letanía que hemos venido escuchando a lo largo del 2011. Nuevamente, falta de imaginación: si puede crecer en Rusia una genuina protesta cívica contraPutin,será a condición de queMcCain, Soros, Gene Sharp,el coronelHelvey, Srdja Popovic, Bruce Jackson,y la habitual tropilla de hacedores de ciberrevolucionesse mantengan al margen. La posibilidad de que el propio país se convierta en un juguete roto de las estrategias de inducción americanas puede generar en los rusos el efecto contrario al deseado y terminar enraizando aPutinen el poder; o poniendo en su lugar a los comunistas. Es mejor dejar que algunas sociedades sigan su evolución natural: Rusia no solo es una potencia por sus recursos energéticos o su industria de armamento. Rusia es mucho más quePutin.Es una superpotencia europea, y en contacto con Europa evolucionará hacia estadios superiores de modernidad social. Profesor de Historia Contemporánea

en la UAB y coordinador de Eurasian Hub.