Opinión | Editorial

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Rumores y mercados

Los mercados financieros vivieron ayer una nueva jornada de vaivenes, aunque en este proceso de dragon khan al que estamos asistiendo desde hace unos meses el de ayer fue un día positivo, por lo menos en lo que a la bolsa se refiere. La recuperación de los títulos de la banca propició una subida del Ibex del 2,53%, la más alta de Europa. El optimismo que circuló por las plazas de la renta variable respondía al rumor de un comunicado franco-alemán de apoyo a Grecia, una especie desmentida posteriormente. Merkel y Sarkozy hablan hoy por videoconferencia con el primer ministro griego para animarle a seguir con las medidas de ajuste en lo que es un gesto de no abandono de Grecia a su suerte. Sin embargo, Italia vio cómo su diferencial con Alemania, su indicador de riesgo país, sobrepasaba los 400 puntos, como en los peores días de agosto, producto de la noticia difundida desde Londres, y desmentida por Roma, de que el Gobierno italiano había pedido a los fondos soberanos chinos que compraran su deuda.

La delicada situación económica europea, que tiene bases tan objetivas como la incapacidad de Grecia para salir adelante, la ralentización del crecimiento y las graves dudas sobre los efectos futuros de las medidas de ajuste presupuestario, es pasto de los rumores. Unos con efectos positivos, como se vio en la bolsa, y otros en sentido contrario, como vivió en su propia piel el Tesoro italiano.

Quizá no haya estado muy acertado el presidente norteamericano, Barack Obama, al citar a España y a Italia como las dos economías cuyo contagio podría hundir el euro, pero el fondo de su mensaje es el desconcierto que produce en todo el mundo la lentitud y las reservas con que se toman las decisiones en el seno de la Unión Europea, como se puede comprobar estos días con la aprobación definitiva del segundo plan de ayuda a Grecia y el refuerzo del mecanismo europeo de rescates. En el mismo sentido hay que interpretar las alarmistas palabras de Felipe González cuando sitúa a la UE al borde del abismo, denuncia que nadie lo admita desde las instituciones comunitarias e insiste en la necesidad de los eurobonos como instrumento de eficacia y solidaridad financiera entre los países miembros de la Unión.