ANÁLISIS

Enrique VIII y Theresa May

Sobre el 'brexit' ¿no hay nada acordado hasta que esté todo acordado?, afirma la primera ministra británica

Theresa May, en su comparecencia en la Cámara de los Comunes

Theresa May, en su comparecencia en la Cámara de los Comunes / periodico

Rosa Massagué

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El ‘brexit’ avanza, pero por parte británica lo hace como empezó, con golpes de efecto, desacuerdos, obligadas genuflexiones a Bruselas y, como consecuencia del reclinatorio, un baile de dardos que tarde o temprano acabarán en el tablero de Theresa MayEl acuerdo alcanzado a última hora la pasada semana para salvar las negociaciones y pasar al nuevo estadio iba acompañado de una escenificación que, por parte británica, no respondía al contenido del mismo. Sectores conservadores se apresuraron a calificarlo de “capitulación“. Hay una gran diferencia entre un lenguaraz Boris Johnson enviando hace medio año a Bruselas “a tomar viento” sobre la factura que el Reino Unido deberá pagar a la UE y una primera ministra aceptando ahora el compromiso que consta en el ‘Informe conjunto de los negociadores’ de abonar 45.000 millones de euros por dicha factura.

En Londres el ‘brexit’ se ha movido siempre en el terreno de las arenas movedizas. El negociador británico, David Davis, rebajaba el domingo el alcance del acuerdo diciendo que era solamente “una declaración de intenciones” y el lunes, desde Bruselas, se le recordaba que era un ‘acuerdo entre caballeros’ y como tal había que respetarlo. Y también el lunes, la primera ministra soltaba esta frase: “No hay nada acordado hasta que esté todo acordado”, en la misma línea de su célebre "‘brexit' es 'brexit’".

Revueltas en los Comunes

May dijo la frase durante su comparecencia en la Cámara de los Comunes, institución a la que parece alérgica, al menos cuando se trata de la salida del Reino Unido de la UE. Pero también ayer tuvo que tomar medidas para evitar una revuelta de diputados, tanto favorables como contrarios al ‘brexit’. Aceptó la creación de una comisión con atribuciones para examinar y detener cambios en la transposición de las leyes europeas a las del Reino Unido si se hicieran sin un debido escrutinio. Ello obedece al posible abuso de los llamados ‘poderes de Enrique VIII’ por los que los ministros pueden introducir cambios en la legislación secundaria. Y otra rebelión podría estar cocinándose para que el Parlamento pueda votar el acuerdo final. Con razón el líder laborista, Jeremy Corbyn, pedía al Gobierno un ‘basta ya’ de gesticulación, retrasos y desbarajustes.