Ronaldo se proclama el mejor

Este gran futbolista que es Cristiano Ronaldo tiene un ingrediente de vedetismo que no puede disimular. Él y Messi son dos figuras excepcionales, pero cada uno tiene su identidad: Ronaldo tiende hacia la soberbia y Messi hacia la discreción. Esta Liga la ha ganado, como es sabido, el Barça. Esto ha supuesto un disgusto, perfectamente comprensible, para el jugador del Madrid. En general, perder no gusta. Tanto si quien pierde es una persona anónima como si es personalidad pública. Pero un famoso es mejor que sea un poco discreto ante el fracaso.

Hay una ambición razonable y una ambición grotesca. ¿Qué dijo Ronaldo después de que su equipo -o sea él- no ganara la Liga? Esto: «Quiero entrar en la historia del fútbol como el mejor». Individualismo al máximo en un deporte de equipo como es el fútbol. Y es que no es fácil saber que tienes unas admirables cualidades y no alimentar el «deseo imperioso de conseguir honores, dignidad, fama, que halaga el amor propio», que esto es la ambición.

Hay, en todos nosotros, un deseo natural de triunfar en nuestras actividades personales. Pero triunfar en un nivel razonable, al nivel de nuestras aptitudes. Quizá la palabra triunfar es excesiva. Quizá es más razonable aspirar a hacerlo bien, a quedar bien.

Esta es la ambición tranquila, que en función de nuestras posibilidades es un motor que puede dar un magnífico rendimiento. El punto crítico es cuando se pasa de una razonable autoexigencia a una obsesión por el triunfo personal. Es curioso: si este delirio arraiga, es posible que aquellas cualidades pierdan el camino que las llevaba tan allá. Una ambición admirable deja de serlo cuando entra en juego la vanidad. «Quiero entrar en la historia del fútbol como el mejor». ¿Se atrevería un escritor a afirmar que quiere entrar en la Historia de la Literatura, y además como el mejor? De momento Ronaldo entró en la historia del Madrid. Pero parece que quiere salir. Y con mal humor.