LA CLAVE

Rivera y el profesor Bacterio

JUANCHO
Dumall

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El periodista Enric Marín afirmaba el pasado jueves en estas mismas páginas que Albert Rivera, líder de Ciutadans, «es un producto perfecto de mercadotecnia política. Concebido como un tres en uno: para frenar al soberanismo, para frenar a Podemos y para garantizar la gobernación de los partidos de orden». Se trata de un análisis interesante, como suelen ser los de Marín, pero probablemente incompleto. Es cierto que Rivera ha sido generosamente promocionado en los medios de Madrid -pero no en los catalanes, salvo contadas excepciones- seguramente por su frontal rechazo al soberanismo. Tras constatar la enorme erosión del PP por sus tremendos excesos anticatalanes, el establishment español ha visto en Ciudadanos un segundo pilar de contención del nacionalismo.

También es verdad que Ciudadanos entra en competencia con Podemos en el terreno de la regeneración democrática y la crítica a los desgastados partidos tradicionales. Pero conviene no olvidar que Rivera saltó al ruedo político con sus actuales postulados mucho antes que Pablo Iglesias y mucho antes también de que CDC y Artur Mas dieran el giro hacia el independentismo.

La operación de mercadotecnia no habría estado tanto en el origen de Ciutadans y el lanzamiento de Rivera en el 2006 como en su aprovechamiento posterior, en un momento de profunda crisis del sistema bipartidista. Y, por otra parte, si el invento consistía en buscar una muleta en la que se apoyaran los dos «partidos de orden» para prolongar su discutida hegemonía, parecería un experimento propio del profesor Bacterio, ese personaje de Ibáñez que suele salir del laboratorio con las barbas chamuscadas.

Comodín del público

Porque al favorecer la escalada de Ciudadanos, el PP y sus ideólogos estaban empezando a cavar su propia tumba, como se ha visto en Andalucía. Es posible que el partido de Rivera pueda ser utilizado por el PP y por el PSOE como comodín del público en algunos ayuntamientos y comunidades, pero en muchos otros sitios será el desencadenante de grandes vuelcos y de aparatosas caídas de dirigentes dinásticos que parecían eternos.